La imagen es una bofetada para la conciencia. Una mujer encinta de nueve meses tiene que buscar protección mientras la persiguen, amenazan, increpan y abuchean decenas de energúmenos. Debería dar igual el contexto. No sería distinto si la víctima fuera dependienta de un comercio o empleada de banca.
Ocurrió este miércoles en una jornada que se presumía bucólica en la Pradera de San Isidro, con tiempo veraniego, ambiente de chotis y olor a fritanga. El caso es que Begoña Villacís ha entrado ya en el Libro Guinnes de los récords: no hay precedentes en el mundo de una candidata acosada a 48 horas de dar a luz.
Es verdad que antes habíamos visto a un puñado de perdonavidas acorralar a Cristina Cifuentes y obligarla a tener que refugiarse en una cafetería. Y recientemente un grupo de machotes asedió a Cayetana Álvarez de Toledo cuando intentaba acceder a una universidad. Pero lo del escrache preparto es algo insólito que debería abrir un debate sobre los límites de la crítica a los políticos y el respeto que se debe a las personas por el mero hecho de serlo. No parece que haya voluntad de hacerse.
Lo curioso es que los manifestantes le reprochaban a Villacís, entre berridos y vuvuzelas, los desahucios en Madrid, y habrá que entender que lo hacían a título preventivo, puesto que al estar en la oposición no tiene ni arte ni parte en las cosas de gobierno. Tras el percance, sólo algún representante del PP y del PSOE se acercó tímidamente a interesarse por su estado.
Uno tenía interés en saber cómo reaccionarían Manuela Carmena, Irene Montero -ahora mismo embarazada- o Teresa Rodríguez, que hizo la campaña de las elecciones andaluzas en avanzado estado de gestación. Quién mejor que ellas, madres las tres, con el feminismo a flor de piel las tres y capaces las tres de denunciar incluso el odioso manspreading, quién mejor, insisto, para ponerse en el lugar de Villacís. Nada. Silencio. Y he de decir que no me han decepcionado. Está claro que entre que los tíos se despatarren en el autobús o que hostiguen a una mujer al borde de la cesárea les molesta más lo primero.
Estos días el debate en las redes es si Villacís se cogerá entera la baja de maternidad o será tan ambiciosa y mala madre como para interrumpirla. He oído que la niña se llamará Inés. Qué gentuza: como Arrimadas.