Estaba ayer el Congreso que parecía la Barcelona de Ada Colau. Veías pasar a sus señorías y no sabías si te iban a afanar la cartera, pedirte suelto para una yonquilata, lanzarle vivas al fuero, venderte un bolso de Luis Buitón, susurrarte alguna obscenidad en la oreja, liarse a tiros con el techo o montar una macrofarra universitaria de esas en las que no te dejan entrar con menos de media docena de lamparones en los pantalones. Al menos no hubo escupitajos. Y eso que andaban por ahí quince diputados de ERC.
Durante las anteriores legislaturas, esto de vestir como si te hubieran dejado caer sobre la cabeza todas las existencias de Humana desde un helicóptero parecía reservado a diputados de Podemos, apologistas de ETA y nacionalistas catalanes. Pero ayer quedó claro que el virus ha llegado hasta algunos diputados del PSOE. Antes de que acabe el año veremos a algún diputado del PP con bermudas y liga para calcetines sobre sus canillas peludas. Al tiempo.
La cosa estaba como para un reportaje del National Geographic. A uno de los diputados no le dio tiempo a quitarse el traje que se había puesto para rascar percebes de las rocas del Manzanares, así que se cascó unos zapatos Oxford y para el Congreso que se fue con los pantalones por el tobillo y sin calcetines. Espero al menos que no le cobraran el conjunto a precio de traje. Mucho menos a precio de traje de Paul Smith, que hay mucho desalmado por ahí.
A su lado estaba otro que se había puesto una camiseta con un muñequito infantil de colorines. La combinaba con una americana, que es como ponerte pajarita con el chándal, y unos tejanos arremangados, supongo que porque eran heredados y le quedaban largos. Habrá que subirle el sueldo a sus señorías o llegar a un acuerdo con Hugo Boss para que los diputados no se vean obligados a comprar la ropa en la sección infantil de Zara.
Luego, apareció una chica, catalana por supuesto y probablemente producto de algún caro colegio privado, que vestía una camiseta alusiva a lo que por la región noreste española llaman "países catalanes". Que es el Reich de Mil Años de la Invernalia catalana. Quién iba a decir que serían los millennials de provincias los que nos traerían de vuelta el carlismo.
Poco antes habían llegado al Congreso unos cuantos diputados, también catalanes, procedentes de la prisión de Soto del Real. Les custodiaban unos cuantos agentes de la Policía Nacional porque se teme que puedan fugarse. Se comenta que están ahí –en la cárcel, digo– porque andan siendo procesados por un golpe de Estado contra la democracia. Debe de ser mentira, porque las bancadas del PSOE y de Podemos les recibieron con un cariño que jamás le habrían demostrado a Tejero o Milans del Bosch.
En realidad, y visto el personal que andaba sentado en los escaños del Congreso de los Diputados, es probable que los diputados presos se sintieran aliviados al volver por la noche a la cárcel. "No sabéis cómo está aquello, colegas", dicen que le dijo Oriol Junqueras a un antiguo miembro de los Tigres de Arkan detenido en la Costa del Sol y que cumple una condena de veinte años por ejecutar a una banda rival con una sierra mecánica mellada. Esto último me lo acabo de inventar, pero suena verosímil.
Como siempre, los únicos diputados que parecieron entender que la elegancia es el privilegio de los que han logrado escapar de la adolescencia fueron los de Ciudadanos, PP y Vox. La izquierda, sin embargo, parece más bien ser fiel a ese Jean Genet que decía que la cima de la elegancia es alcanzar la armonía en el mal gusto. O puede que sus señorías progresistas crean estar, sencillamente, vistiendo como visten los españoles.
No me extraña, entonces, que PSOE y Podemos se propongan despedazar este país. Lo están viendo mucho más feo de lo que es en realidad.