El calor era infinito, se agarraba a las mientes cuando el sábado más apretaba. La Cibeles se me puso del revés varias veces -como le decía Ruano a Manolo- y uno del SAMUR dijo que era un soponcio. La cosa es que Manuela se hizo una manifestación de adhesión y allí fueron los modernos. Los mismos que la encumbraron y que no sufren la ciudad. Manuela Carmena pasó y no lo quiere ver. Hace cuatro años, en Malasaña un árbol olía a jazmín la noche antes de que saliera alcaldesa: ya ni está ese árbol ni somos los mismos. Ay.
Pero la manifestación proCarmena tenía sus cosas. Barbas perfiladas, familias de la plurifamilia, y un trapo de la abuela con Errejón como si fuera la Sábana Santa de la progredumbre. El día de autoafirmación de Manuela Carmena vimos lo barato que a algunos le salen los símbolos. Y aprendimos que parecer estar gagá es ya un argumento para votar a la hacedora de la almendra, la alcaldesa que ha pintado los pasos de cebra con los ripios de los raperos y los poetillas que le ríen la gracia.
Carmena no es el Kichi de Sabina o de López Sampalo; cuando Kichi pone sus huevos en la procesión del Greñúo, Carmena mira con esa mirada de Mari Trini y parece que te perdona la vida y que te quita el IBI.
Manuela Carmena tiene una hemeroteca más negra que mi reputación, y ya es decir. Y la gente pues va y le arrienda las ganancias a la abuela. Algo han oído sin saber dónde, algo de Tierno Galván, y van creyendo que Carmena es un personaje de Almodóvar.
Pasó que el género humano degenera, y se pone a pasar calor en un funeral/mitin de Carmena y el carmenismo, que ha pasado a mejor vida aunque no lo quiera un peluquero que da grititos, va de artista y te rapa a 20 euros y con sangre.
Hubo quien dijo que la alcaldía de Carmena era una cosa instrumental y ahí anda, agitando a los suyos para que no la jubilen: dicen que quien pasados los 50 deja la la alcaldía, deja la vida. Y lo dice de Paco de la Torre pero puede ser aplicado a Manuela.
Dicen además que Carmena ha cuadrado el presupuesto y en Madrid se "respira mejor", como en el Tenorio. Yo vivo pegando a la sierra y cuando bajo a Madrid entiendo que estoy en Saigón con el calor seco de Marrakech.
En el funeral constructivo de Manuela Carmena, todo era una bulla simpática con olor a sobaquina y fotocopias a color. "Carmena o revienta", gritaban algunos con nostalgias del Lute.
Con Carmena vemos que cualquier cosa es suscpetible de ser alcalde y de tener una cohorte de hooligans que Vázquez Montalbán hubiera mandado a tomar por retambufa. La noche de reflexión intentaron convencerme a base de cócteles de que la votara. Yo sonreí, bebí, y omití que ando censado en mi tierra paterna: los Arribes del Duero.
Decía la copla que Manuela de vestíos no entiende; yo más bien la veo ortodoxa y ejemplarizante en esa doctrina de soplar y sorber al mismo tiempo.
Mi alcaldesa.