Están los preuniversitarios rijosos e indignados. Y tienen razón, y la Selectividad es un contradiós y ahora, cuando X no puede entrar en Ingeniería, vamos viendo que el Estado de las Autonomías, a la hora de la verdad, es una incomodidad que siempre estuvo ahí. Como el dinosaurio.
17 exámenes para una juventud sin futuro, y no hay más. Ni los que quisieron tomar el cielo por asalto, ni los Vox, ni Valls con sus exquisiteces, ni nadie hace aquí nada por los universitarios, que si se dan al botellón y a la pocha y a las orgías en Ávila, por algo será.
Pasa que se ha impuesto en Celtiberia un clima moral de pusilánimes, y no hay valentía para decir que vivimos a pesar del Estado de las Autonomías, que es la duplicidad más sangrante de la que todos sacan su tajada vernácula. Uno, el arribafirmante, es de pocas concepciones sacrosantas: si acaso que Gibraltar sea español, que la Sanidad sea buena y universal y que la Educación, en España, sea una y no cincuenta y una. Luego, si quieres, me traduces El Quijote al castúo, pero esa aportación a la gaya ciencia te la pagas tú, miajoncino mío.
Porque en el carajal de la Selectividad se prueba qué concepto hay, en el fondo, de la Educación. Que Villarrubia del Guadiana tenga una Universidad de Turismo luce mucho, pero va contra la razón de ser. Y estamos hablando de la Selectividad, que es el síntoma. Si rascamos un poco más vemos que los decanatos son un sindicato del crimen y de la nota a pie de página, y que muchos decanos se montaron un harén de aplicadas y aplicados cuando hubo que implantar el Plan Bolonia -y sé de qué me hablo-.
El día que aprobé Selectividad y la nota me dio para la carrera que terminé con prebendas y amistades, me apunté a la autoescuela. 16 años después no tengo carnet y soy un diletante. Me acuerdo, sí, de Fernando VII y del plano urbano de Pamplona, que son dos conocimientos que me han servido para mucho.
También recuerdo a un catedrático de Latín que me hizo la mitad del examen -la traducción de Julio César- cuando vio el quilombo de nervios y declinaciones que era yo, en la flor de la vida, confundiendo el tiempo verbal y los embajadores de César (Roma, siempre Roma, Grecia es el error).
La Selectividad es que es como las paperas, que se pasan mejor en ciertas partes de España. Me dicen que a los alumnos de Andalucía, a los de biosanitarias y a los de ciencias puras, les tocó un texto de Pepa Bueno, y su imposible comentario crítico al respecto.
Ahora se pide una Selectividad única en toda España. Si lo consiguen, algo habremos hecho bien en los últimos 20 años. Los del PREU son nuestro Mayo francés. Benditos sean porque, frente a Celaá y su nada por hacer, todo purifica. Y 178.000 firmas no son pocas...