Carmen Calvo monta guardia contra los luceros. Cuando canta la calor, cuando se acerca su onomástica y el 18 de Julio, Calvo Poyato, egabrense, se nos pone digna y anticlerical. Diríamos que la polémica Calvo/Vaticano con el fondo boscoso de Cuelgamuros es una serpiente de verano, una más en este ejercicio de escupirle a un cura y llamarlo memoria histórica.
No hay reto menor para Calvo, extirpadora de la presunción judicial y de los huesos del viejo. Porque por julio y por Calvo, el verano se pone azul mahón y vuelven a salir a la palestra los nostálgicos de "El Valle no se toca", con los que confraternicé en un reportaje a la sombra de una Virgen de Fátima, envuelta en la bandera del aguilucho en no sé qué diarrea milagrera y facha.
Calvo tiene su Franco como otros tenemos nuestras musas más inconfesables y perversas. Si en invierno Carmen Calvo se empecina en demonizar el Quijote y travestir los molinos en molinas, los Crisóstomos en Crisóstomas y las Dulcineas en víctimas del patriarcado manchego, en verano Carmen Calvo se nos vuelve frentepopulista muchos años después. Dichosa ella, que le pagan por tan altas labores.
Porque la agarradera de Calvo con el nuncio Vaticano es una venganza de la foto aquella de la vicepresidenta en Roma. Pero es también una declaración de principios de una vicepresidenta que quiere su batalla particular con los Franco, los abades y San Pedro. Se ve que Carmen Calvo no traga con la máxima de Azaña de que "España ha dejado de ser católica" y ahí se la ve, entera y entregada en una exhumación que preocupa ni mucho ni poco a los españoles de ayer, de hoy y de mañana.
A la hora de la verdad, Calvo ha despertado el espantajo del dictador, y los niños rubiascos de Las Rozas desconocen a José Antonio pero se van a hacerle el saludo romano a la Cruz y al Evangelista de Juan de Ávalos (con "v"). Suyo es el mérito de darle vidilla a los desbarres de Pilar Gutiérrez, esa franquista con gato que Mediaset usa para hacernos más amenas -y guerracivilistas- las mañanas del verano.
Cabrear al Arzobispo Primado de Toledo tiene que ser un top, un pleno al 15, la consagración de la democracia y un empezar a matar al Concordato. Después de la guerra civil no llegó la paz, sino la Victoria de los generales culones y, décadas después, llegaron las lecciones de dignidad democrática en los libelos de Almudena Grandes y en el BOE de la vicepresidenta.
Carmen Calvo Poyato llamó al Cielo y sí la oyó. Quizá Franco siga purgando sus pecados en Cuelgamuros y Calvo sea feliz con estas broncas con la curia y con un suelto en L'Osservatore Romano que la llame "Carmen, la comecuras": en la lengua de Dante y Montanelli.