Después de que nos dijeran en el periódico sobaquero que el matrimonio mata, después de que Colau nos transmitiera que los charnegos son rijosos y machistas, después de que Sánchez y Rufián se pasaran a la militancia por sus santas bases... después de todo esto, cuando España está para como para echársela a los guarros, hay que hacerle la foto a Iceta porque es ahora cuando más brilla.
Y es que es en estos tiempos líquidos donde Iceta, omnipresente cañería, se siente más útil a su nación y a su plurinación, y así quiere el alma del PSC que los niños de Extremadura reciten a Espriu en el tren que nunca llega. La Historia ha hecho un largo camino hasta llegar a Miquel Iceta, relator natural de lo que se le ponga, pero aquí lo tenemos de nuevo como pareja natural y confederal del sanchismo: lo que en Moncloa es vacuidad, en Iceta es felicidad, nacionalismo abierto, abrazos y risas.
Iceta es consciente de que a Pedro se la resbalan las naciones, que nación es lo que diga la militancia que queda y que anda entre búlgara y cucurreta.
Uno también sabe que la socialdemocracia europea le debe mucho a Iceta y a sus desvelos en la Noruega del Sur que es Cataluña, según feliz expresión de la vieja Convergència. Iceta y Ortega Smith son lo mejor que le puede pasar a Iberia después del Concilio de Toledo, y la razón es que si hay que liberar a sediciosos, ahí estará el bueno de don Miquel en los macos catalanes tendiendo puertas, abriendo llaves con una musiquilla de vihuelas cantarinas; y frente a esto, la testiculina del boina verde que nos perdona la vida por no haber hecho la mili en Chafarinas.
Dice Rufián -que con lo que hay, es lo más potable- que ya tienen a Sánchez cogido por do más pecado hubiere, y sin embargo el PSC embadurnará la cosa para que todo quede como un coro de labores y esperanzas. Cuando la mesa de diálogo todo serán caras circunspectas, matizaciones y esa habilidad del socialismo español para embargarte hasta el perro y que le acabes dando las gracias.
Iceta ha creado el marco perfecto para el nacionalismo, el mismo que denuncian en sus libros Julio Valdeón y Cristian Campos, los últimos resistentes. Con Iceta se hace azúcar la testosterona vacía de Sánchez y así empieza Frankenstein a caminar por un Teruel que existe y un Madrid que es mi pueblo. Albertito Garzón nos ha dicho que la izquierda se ha dejado llevar por los romanticismos de los periféricos, pero para ese viaje, compañero, no hacían falta estas alforjas.
Iceta es y será ministro de bilateralidad, y por eso lo queremos tanto.