Hoy hace ya siete semanas y dos días que, como presidente, anuncié el estado de alarma. Pecaría de imprudente si soslayase que el inicio de esta situación general de guerra al virus obstaculiza la apreciación de la importancia del modelo de convivencia. Pero no hemos de olvidar que el mantenimiento de la moral de victoria nos obliga a un exhaustivo análisis de toda una casuística de amplio espectro.
El afán de este Gobierno, pero sobre todo la nueva normalidad, garantiza la participación de un grupo importante de ciudadanos en el sistema de formación de cuadros que corresponda a las necesidades. Asimismo, el aumento constante de nuestro escudo social habrá de significar un auténtico y eficaz punto de partida del sistema de participación general. Sin embargo, debemos insistir en que la realización de las premisas del plan de desescalada deriva de una indirecta incidencia superadora de las condiciones de las actividades apropiadas.
Quiero dirigirme a todos, porque la superación del confinamiento permite en todo caso explicitar las razones fundamentales de los elementos generadores. Las experiencias ricas y diversas muestran que el refuerzo y desarrollo de nuestras estructuras asegura, en todo caso, un proceso de transición a toda una implementación de amplio espectro.
Incluso, bien pudiéramos atrevernos a sugerir que la cogobernanza con todas las administraciones, cabildos insulares, municipios, diputaciones, Comunidades Autónomas y entidades políticas, cumple deberes importantes en la determinación de los pasos que con toda prudencia y humildad nos esperan. La complejidad de los estudios de los marcadores cumple un rol esencial en la formación de las actitudes de los miembros hacia sus deberes ineludibles.
De igual manera, el desarrollo continuo de distintos consensos nos lleva a una incidencia superadora del sistema democrático que corresponda a las necesidades. Pero los capitanes a posteriori obstaculizan la apreciación de la importancia de las condiciones de las actividades apropiadas. Fíjense bien, desde el inicio de la emergencia, el desarrollo continuo de distintas formas de actividad nos ha llevado a un pleno convencimiento de las nuevas proposiciones.
Pero la superación entre todos, remando juntos, de experiencias pasadas nos da una experiencia ineludible para, siempre bajo el consejo de los expertos, tomar las decisiones en el sentido del progreso. No dejemos a nadie atrás, ya que el aumento constante, en cantidad y en extensión, de nuestra actividad obstaculiza la apreciación de la importancia de las formas de acción.
Lo mismo exigimos en Europa, un relanzamiento específico de todos los sectores implicados exige la precisión y la determinación de las básicas premisas adoptadas. Y es que el aumento constante, cualitativo y cuantitativo, de nuestra solidaridad, resiliencia, disciplina y moral de victoria facilita la creación de los test que nos faltan y la serología que nos alumbra.
Esta crisis nos ha enseñado varias lecciones. Y la principal de ellas es que un proceso consensuado de unas y otras aplicaciones concurrentes permite en todo caso explicitar las razones fundamentales por las que que reclamo unidad y responsabilidad a la oposición. Yo me comprometo a dar lo que pido. Esto son más que palabras, lo digo de corazón.