No soy bisexual, ni siquiera homosexual. Ni transexual. De hecho, últimamente soy poco sexual.
No soy mujer, ni persona gestante, ni siquiera no gestante, creo. Me operé hace años tras cumplir con la reposición.
No soy negro, ni asiático, ni gitano. De verdad que hasta hace poco no sabía ni que era blanco, aunque para los yanquis entendí, años ha, que tampoco.
No soy monárquico ni republicano. A veces leo cosas que me empujan a no ser ni demócrata, oiga, que hay quien demuestra tener derecho a voto o a que le voten, e incluso a procrear, sólo por el hecho de haber nacido.
No soy minusválido, ni discapacitado, ni con capacidades diversas.
No soy rico, ni pobre, ni enchufado ni becado. No he entrado por cuota -ni podría- en ningún club, empresa o discoteca.
No soy víctima del terrorismo, ni de violencia de género. No abusaron de mí ni los curas del colegio ni una prima salida, ni me enseñó la chorra un degenerado alguna vez.
Mi equipo nunca ha bajado a Segunda y cuando me pitan un penalti injusto me aguanto porque yo fui árbitro. Y no era bueno. También jugué al baloncesto sin que me importara ser bajito. Enano, me decían en casa.
No he tenido cáncer ni depresión. El hueso más grande que me he roto no lo conocía porque no se estudiaba en los libros de EGB. Menos aún en los de ahora, llenos de dibujitos.
No hice la mili ni ahora me parecería mal haberla hecho. Tampoco me arrepiento. No creo en Dios, hoy, aunque era bonito cuando sí. Pero no lo echo en falta.
No he sido emigrante ni exiliado. Mis padres tampoco. No tuve casa en la sierra ni amigos en el pueblo. No tengo pueblo.
Sí me despidieron, me divorciaron y una vez tuve que decirle a un jefe que eso yo no lo iba a escribir, que ya podía ponerse él al teclado si quería publicarlo.
De lo que siento orgullo y lo que voto es cosa mía, y me parece bien que cada uno se depile las cejas, o lo que quiera, y que defienda lo suyo, o lo de los demás, según su moral.
No milito, no soy colectivo ni llevo otro carné que los legales y el de prensa. Pero que no me tomen por idiota por ser uno de los miserables que no tienen donde caerse muertos.