El PNV impuso en la Constitución de 1978 (después se abstuvieron de votar a favor) la derogación de la ley foral de 1839 y de 1876. La primera de ellas, de sólo dos artículos, compatibilizaba la Constitución con el régimen foral de las provincias vascas y de Navarra. La segunda, de 1876, reguló la incorporación a filas de los mozos vascos y la participación proporcional de la riqueza de las provincias vascas a los gastos generales del Reino.
El Concierto Económico, sustentado en ambas leyes, permitió un largo periodo de estabilidad y crecimiento económico sin precedentes entre 1878 y 1931. La versión nacionalista es que el concierto fue un “castigo de Cánovas” a las tres provincias.
El pasado domingo, en estas páginas de EL ESPAÑOL, el Sr. Anasagasti afirmaba: “¿Usted sabe que el Concierto Económico es un castigo que Cánovas del Castillo impuso por la pérdida de la Segunda Guerra Carlista? Cuando se desconoce el abecé de lo que es la historia de este país (en referencia al País Vasco), puede ocurrir cualquier cosa”.
Cánovas en 1876 (a diferencia del Abrazo de Vergara de 1839) no negoció nada con los carlistas que fueron completamente derrotados. El gobierno de Madrid “oyó” las pretensiones de sus aliados liberales de cada provincia vasca, vencedores de aquella cruenta guerra. Por cierto, Cánovas nunca aceptó una relación “bilateral” de las tres provincias vascas (a las que recibía por separado) con el gobierno de la nación. Una de dos: o el Sr. Anasagasti desconoce el abecé de la historia o nos cuenta un relato falso.
La realidad es completamente distinta. En 1878, fecha del decreto-ley que fijaba las cuotas a pagar (el cupo, al igual que en el resto de las provincias españolas) por las tres provincias vascas, el nacionalismo vasco no se había inventado por lo que resulta evidente que fueron los liberales fueristas vascos (los llamados “transigentes”, negociadores) quienes preservaron lo principal del autogobierno en el Señorío de Vizcaya y en las provincias de Álava y Guipúzcoa.
Cánovas no entendió la ley de 1876 como un “castigo” entre otras cosas porque los presidentes de las diputaciones provinciales liberales habían padecido la guerra carlista, la habían ganado junto a los ejércitos nacionales y por tanto se acordó una transacción entre aliados. Aliados y amigos fueristas liberales de Cánovas (tan fueristas como los carlistas) que no pretendieron nunca una “nación” vasca sino el mantenimiento de una administración propia y un autogobierno limitado en las tres provincias. Tan limitado y austero en los gastos que los presidentes de las diputaciones forales solicitaron y obtuvieron de Cánovas del Castillo la presencia en el País Vasco de la Guardia Civil. Justo lo contrario de los inventores de la “nación” vasca que pretenden la expulsión de la Guardia Civil en el País Vasco y en Navarra.
Al eliminar el anclaje legal del Concierto en la Constitución de 1978 por la derogación de ambas leyes de 1839 y 1876, el PNV, hábilmente ha vinculado el Concierto en el Estatuto de Guernica de 1979 de modo que, lo que fue un acuerdo de los liberales fueristas vascos con los liberales moderados de Madrid a finales del siglo XIX, el PNV lo ha convertido en un “triunfo” del nacionalismo vasco con el Estatuto de 1979. He ahí un motivo de hostilidad del Concierto Económico vasco en el resto de España, que no existía ni durante el franquismo.
El resultado del falso relato nacionalista es que no hay otro relato. A la torpeza de los constituyentes de la derogación de leyes históricas de 1839 y 1876 que habían costado ríos de sangre en defensa de la libertad (no de ninguna “nación” vasca) se une la ausencia de un discurso o relato propio de los vascos que no somos nacionalistas.
Lo más llamativo es que este relato falso de asociar fuerismo con nacionalismo (cuando es justamente lo contrario; los grandes enemigos del fuerismo son los constructivistas de un estado nuevo e inventado, Euskadi) es que lo han comprado la izquierda, los socialistas y escritores e historiadores de la derecha política. El resultado político es la ausencia de un relato político propio, tanto del PSOE como del PP. Ambos partidos se ven reducidos a un seguidismo de resistencia frente al PNV y Bildu cuyos efectos los hemos podido comprobar en las recientes elecciones de la Comunidad Autónoma Vasca.
A la pregunta del porqué del continuado descenso de la influencia política de los no nacionalistas en las provincias vascas la respuesta está en Navarra. Allí la derecha ha construido un relato foral y español en torno a un partido, UPN, que no parece ante los electores como un partido sucursal de Madrid ni en sus candidatos, ni en la defensa de sus intereses.
Se impone una reflexión de los políticos vasco-españoles en las provincias vascas de modo que vayan más allá de ser monaguillos permanentes del gobierno del PNV, como el PSE-PSOE, conformarse con “ganar a las encuestas”, como el PP, o tener una presencia de resistentes testimoniales, como Vox. Pero para ello hay que desvelar el falso relato nacionalista y reconstruir uno propio, que además tiene la ventaja de que no es falso.