Es digna de admirar la audacia -casi diría temeridad- de los responsables de Moncloa de abrir con música la presentación del Plan de Recuperación de Pedro Sánchez. No cualquier música; nada menos que el Himno a la Alegría.
Fue ayer un buen día para España. Comunicó 76 muertes por coronavirus. Un número inferior al del martes (261) y también al del lunes (139).
En su último informe, el Banco de España alerta de que la economía no volverá a recuperar la situación previa a la pandemia -nada esplendorosa, más bien grisácea- al menos hasta 2023, y que el paro puede rebasar con holgura el 20%. Para que se entienda en la calle: habrá colas y colas durante meses ante los bancos de alimentos.
Con este panorama hay que ser muy valiente para sentar a James Rhodes ante su Steinway y confiar en que el ciudadano no percibirá provocación en su Alegría, ni habrá tampoco quien asocie su piano con los violines de la cubierta del Titanic.
Es así que he llegado a plantearme muy seriamente si ese más difícil todavía de los asesores de Moncloa no será en realidad un experimento sociológico para comprobar hasta dónde puede estirar Sánchez su predicamento. O su lo que sea.
Es impensable, desde luego, que en circunstancias parecidas un presidente de derechas hubiera protagonizado semejante performance. Las carcajadas iniciales habrían dado paso a la indignación y al asedio posterior de las sedes de su partido.
Al Beethoven eléctrico en las manos de Rhodes siguió el apoteosis de un Sánchez tan forzadamente sonriente que debe de haber amanecido hoy con agujetas en los mofletes. Queda claro que hace tiempo que no habla al ciudadano, sino al público. Cada acto, una representación.
El homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus fue a mediados de julio, pero parece el Pleistoceno. Entonces había, oficialmente, 28.000 muertos. Hemos comenzado octubre con 32.000. Pocos achacan ya las víctimas a Sánchez: la nueva responsable es Díaz Ayuso.
Ahora resulta, además, que el coronavirus es una bendición para España, pues permitirá invertir miles de millones de euros para modernizar la economía y sustituir de una vez por todas los viejos sectores productivos por el I+D+I, el 5G, las energías verdes y la astronáutica.
Eso será así, claro, si no interfieren los malos, esos que siempre se oponen a la modernización del país y que Pablo Iglesias tiene bien identificados: "una parte de las derechas y algunos poderes profundos que nos quieren devolver al pasado".
Que no pare la música.