El peor en 80 años. Así considera Santiago Abascal al Gobierno de Pedro Sánchez: peor que el de Rajoy, que acabó por una moción de censura construida a raíz de las graves acusaciones de corrupción en su partido; peor que el de Zapatero, que nos hundió en una crisis económica desconocida hasta entonces, y que nunca anticipó; peor que el de Aznar, que nos condujo a una posición inaudita e inesperada, y de graves consecuencias, en la guerra de Irak; peor que el de González, cuya última etapa se caracterizó por un paro laboral inasumible; peor que el de Calvo Sotelo, en cuya etapa el déficit público se multiplicó por cinco en pocos meses; peor, también, que el de Suárez, que sufrió los años más sangrientos y dolorosos que provocaron los pistoleros de ETA, que mataron a más de 200 personas entre 1979 y 1981.
Y peor, por supuesto, según argumenta el líder de Vox, que la dictadura que dirigió el generalísimo, el hombre que tumbó con las armas al gobierno elegido en las urnas por los ciudadanos y quien se mantuvo, con ellas muy cerca, en el poder durante 40 años. El líder del partido de extrema derecha arguye que es peor el Gobierno de coalición de Sánchez e Iglesias que el régimen militar que provocó una guerra civil, medio millón de muertos y cuatro décadas de vergonzoso totalitarismo.
La moción de censura que ha llevado Vox al Congreso -la “patochada”, como la calificó Aitor Esteban, quien renunció a usar su tiempo en el debate para eludir cualquier atisbo de promoción de semejante artificio-, no está claro a quién beneficia, independientemente de su muy previsible resultado. Pero sí a quien perjudica: a todos.
A todos los políticos y a todos los ciudadanos. A los primeros porque se vuelve a apreciar la escasa altura política que registran quienes se han comprometido a gobernarnos con brillantez o, en su caso, quienes lo hicieron para ejercer una oposición lúcida y constructiva. Si bien es cierto que, si se examina el debate con mayor detenimiento, quizá perjudique más a quienes promueven la moción, ya que su discurso de apariencia xenófoba y de fondo desleal solo recoge el aplauso de quienes les siguen en su aventura distorsionada y fraudulenta, cosechando al mismo tiempo la repulsa de la gran mayoría de los españoles.
A los ciudadanos nos perjudica porque volvemos a encontrarnos en el espejo, de frente y con toda la contundencia, la asombrosa incompetencia de la mayoría de esos a quienes hemos elegido para que capitaneen el país, mientras este, maltrecho, se deja atrapar por el renovado ataque del virus en esta segunda ola que, aunque ya parezca eterna, en realidad solo acaba de empezar. El ataque de la Covid y el de la debacle económica se entremezclan para hacer todavía más insólito que los extremistas de Vox hayan propiciado el desolador espectáculo que estos días se vive en el Congreso.
Igual que el portavoz del PNV, nosotros tampoco tenemos tiempo que perder, y mucho menos en este contexto de periodo decisivo que estamos viviendo, en medio de una enorme crisis sanitaria -más de un millón de casos confirmados, ya-, y económica. Abascal y su gente insisten en hacernos creer que son los verdaderos salvadores de España pero, aunque presuman de quererla tanto, en realidad solo la debilitan.
En una pandemia, cada día tiene un valor enorme. No tenemos mucho tiempo que perder con majaderías, y esta es una bastante grande sustentada con parámetros que se hallan fuera de la realidad -como casi todo lo que se encuentra en la órbita de Vox-, y que generan una singular y profunda decepción entre los demócratas.
¿Todavía nos encontramos en un lugar donde resultan atractivos los argumentos que respalda Abascal? ¿Continúa Vox, que ya tiene 52 diputados, sumando apoyos, como sugieren las encuestas? Algo estaremos haciendo mal…