Simón se irá -o no- y seguirán los pájaros cantando, que diría el poeta. Porque esto de Simón y su ineptitud para los tiempos que corren llega tarde, que la incompetencia es incompetencia aunque nos lo vistan tan suave y tan lanudo que se diría todo de algodón. Entre el mosqueo de médicos que sí se dejaron los ojos -y el alma- con el MIR.
La crisis de Simón, que llega entre cortinas de humo y con José Luis Ábalos (resulta, después de todo, que "no hay ningún pacto" con los batasunos) y Adriana Lastra enredando con lo de Bildu es otra maniobra de distracción del presidente. El que tiene diez libros de cabecera que le suenan, o que le dicen que diga que le suenan.
Lo peor no es ya ni Simón ni que el alma del socialismo sean Ábalos y Lastra, lo peor es que Sánchez marque tendencia entre los españoles, que empezarán a leer a Azaña y quizá se den cuenta de lo bueno que era educarse, a pesar de todo, entre curas y latines.
A las gentes de la cultura nos sorprende, además, que en la entrevista de XLS El Semanal Sánchez se sienta fascinado con el esperpento, acaso porque esa deformación grotesca de la realidad empieza en el Consejo de Ministros, pasa por la materia gris de Lastra y acaba en la biblioteca de Moncloa, donde no hay un Madoz ni se le espera: habrá, supongo, cajas de Manual de resistencia cubiertas de polvo, como el arpa de Bécquer, esperando que los golpistas pasen y se lleven su ejemplar dedicado y con la papela de amnistía.
Es un consuelo que Sánchez, que no sabe contar muertos, haya llegado a enumerarnos un decálogo donde Almudena Grandes comparte el Parnaso sanchista con Lope de Vega, que es como comparar a Dios con un merchero, y entiéndase el casticismo metafórico.
Mientras Sánchez dice que lee a Valle-Inclán (?), Simón puede que vaya ordenando su despacho y encerando la tabla para las nuevas olas con el finiquito y libre de toda culpa, que lo suyo ha sido lo mismo que lo de Marisu Montero pero con finados y con mejor prosodia.
Los libros de Sánchez son una ficción, realismo mágico. Una mentira piadosa que no soporta el más mínimo turnitin. El presidente ya entra con diez libros en la hemeroteca y se acerca al Nobel.
Ni Churchill...