No fue la faena de Aznar en Lo de Évole de puerta grande, pero mató todos los toros que le soltaron sin despeinarse. Que Jordi le sacaba la boda de su hija en El Escorial, capotazo; que el "Movimiento Vasco de Liberación", pase de pecho; que si Bárcenas y la caja B, larga cambiada; que la Guerra de Irak, allá va una chicuelina...
Y es que Évole no dejó de pinchar uno solo de los hits que la izquierda machaca en el karaoke nacional desde hace décadas. Además de los ya citados, no faltaron el "Pujol enano habla castellano", "Las mentiras del 11-M", "La amnistía a los responsables de los crímenes de Estado" ni, por supuesto, el temazo "Los pies encima de la mesa con Bush".
Fue la densidad del repertorio, concentrado en apenas una hora, lo que hizo todo muy intenso y seguramente facilitó la faena de Aznar.
Quizás hubiera sido más interesante para el espectador oír qué piensa el expresidente del callejón en el que se encuentra el PP, su opinión sobre la crisis del liberalismo, cuál es su relación con Pablo Casado o qué le parece quien hoy vive en la que fue su casa durante ocho años...
Está claro que David Frost hizo un gran servicio a la verdad y mucho daño a la televisión. Évole se empecinó en ver a Nixon cuando enfrente sólo tenía a Aznar.
Hacia el final de la entrevista, descartado ya el Watergate, el periodista quiso desquitarse -al menos- con el arrepentimiento de su invitado por haber criticado, hacer dieciséis años, aquella campaña de la DGT del "No podemos conducir por ti". "Creo que es la primera vez que le veo pedir disculpas", dijo Évole como cantando victoria, a lo que Aznar repuso: "No he pedido disculpas, sólo he dicho que lo siento".
A la hora de la verdad, lo más escandaloso que dijo Aznar para ese público que sigue viendo en él una reencarnación de Mussolini e insiste en saldar cuentas es que no hubiera votado a Trump en ningún caso y que prefería a Biden, como cuatro años antes a Hillary Clinton.
El patriarca del PP, que empezó gustándose, hablando de "bridgers y breakers" para defender la necesidad de que los políticos se dediquen a construir en lugar de a dinamitar, terminó con una amplia sonrisa y poniéndose buena nota. "Estuvo bien Aznar", respondió a la pregunta de cómo titularía el interrogatorio.
"Juan Belmonte, matador de toros", tituló con solemnidad Chaves Nogales su biografía del Pasmo de Triana. Lo de Aznar no fue para tanto. Estoqueó con solvencia. Y se fue.