Hasta hace poco más de un mes, Pedro Sánchez parecía invencible, algo así como el Alcaudón del escenario político español. El menos pesimista le echaba por lo menos dos legislaturas más y, luego, otras dos a cargo del sucesor que Sánchez dejara al cargo del PSOE, ese cascarón vacío que ahora es ya poco más que un logo corporativo.
A España, en fin, no la iba a reconocer en una década ni la madre que la parió, como dijo Alfonso Guerra. Si es que para entonces se seguía llamando España y no República Confederada de Naciones Soberanas Ibéricas o alguna pamema por el estilo.
Y en el plazo de apenas seis semanas, el imperio de Pedro Sánchez parece haberse derrumbado como un castillo de naipes.
Repasemos. El fracaso de la operación Salvador Illa en Cataluña. La formación de un gobierno netamente separatista en la región. La fallida moción de censura en Murcia. La fallida moción de censura en Castilla y León. La churrigueresca moción de censura en Madrid. La ruptura de facto de la coalición de gobierno tras la salida de Pablo Iglesias.
Pero, sobre todo, esa convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas en la Comunidad de Madrid que ha sorprendido a los maquinales estrategas de Moncloa con el pie cambiado y que les ha obligado a apechugar con el menos apetitoso de sus posibles candidatos, Ángel Gabilondo, ante la negativa de todos los demás.
Prueba de ello es que en los medios más afines a Moncloa se empieza a hablar ya de elecciones generales anticipadas en otoño o de un presidente convertido en pato cojo y que estire el chicle de la ingobernabilidad del país hasta 2022, con sus socios morados y nacionalistas en rebeldía, a la espera del momentum demoscópico ideal.
Pensémoslo así. En el mejor de los casos posibles, Gabilondo sólo será presidente si suma a sus escaños los de Más Madrid, Ciudadanos y Podemos. Veremos si Edmundo Bal es tan tiquismiquis con Pablo Iglesias como lo será sin duda alguna con Rocío Monasterio. Pero de lo que no cabe duda es de que el líder de Podemos y Mónica García son incluso más incompatibles de lo que lo son Iglesias y Errejón.
En el peor de los casos posibles, sin embargo, Isabel Díaz Ayuso revalida su presidencia, con mayoría absoluta o con el apoyo externo de Vox, y acaba de una sola tacada con Ciudadanos, con Podemos, con Pablo Iglesias (personalmente) y con la esperanza del PSOE de que Más Madrid ocupe el lugar de los morados a la izquierda del padre. Adiós estrategia de Moncloa para los próximos dos años.
El voto a Ayuso del próximo 4 de mayo, en fin, será un voto-cerdo en el sentido de que de él se aprovechará todo.
En realidad, lo que los madrileños votarán ese día no será sólo quién ocupará la presidencia de la Comunidad de Madrid durante los siguientes dos años, sino quién gobernará España, y con qué equilibrios, tras las próximas elecciones generales.
El 4 de mayo, en fin, se sabrá si Pedro Sánchez es mortal o si las noticias sobre su inmortalidad habían sido, efectivamente, exageradas.