Como los fluidos, así los partidos tienden a ocupar todo el espacio. Los emprendedores políticos buscan nichos de votantes que no se sienten representados o están descontentos, detectan las oportunidades del momento y fundan sobre ese lugar un partido.
Y las formaciones viejas también escrutan la coyuntura, tratando de ensanchar sus bases colonizando nuevos territorios, o arrastrando sus siglas allí donde los votantes les son más propicios.
Como en los fluidos, así en el sistema de partidos se generan corrientes de convección. Cuando se calienta políticamente un espacio, allí ascienden formaciones, del mismo modo que asciende el aire caliente.
Por el mismo proceso, otras zonas del espectro ideológico se enfrían, y los partidos que las ocupan se vienen abajo, como el aire frío, más pesado.
Se produjo un calentamiento de las posiciones en las que la izquierda y la derecha rivalizaban con sus competidores hacia los extremos, dando lugar a la polarización. El PSOE se desplazó hacia su izquierda para taponar la fuga de votos hacia Podemos.
A un mes de las elecciones madrileñas, Isabel Díaz Ayuso ha conseguido neutralizar el crecimiento de Vox, cuando su ascenso parecía imparable, con un discurso que eclipsa a los de Abascal en el uso del lenguaje y la confrontación identitaria.
El calentamiento de esas posiciones exteriores del espectro ha venido de la mano de un enfriamiento del centro, cuyo resultado más visible es hoy la zozobra de Ciudadanos.
Las corrientes de convección han poblado los extremos y han vaciado el centro. Sin embargo, la crisis del centro crea sus condiciones de posibilidad. Es una contradicción aparente que se explica si contemplamos el eje partidista como un sistema siempre en movimiento y cuyo comportamiento está sujeto a ciclos.
El vaciamiento del centro llama la atención de los demás actores políticos, que querrán acudir prestos a ocuparlo. El PSOE puede ensanchar sus contornos hacia la derecha, ahora que ya se insinúa la ruptura de su coalición de gobierno con Podemos
Pablo Casado aspira a unificar el espacio de centroderecha sólo dos años después de que Ciudadanos se quedara a 200.000 votos de sobrepasar al PP. Y hasta Íñigo Errejón trata de convertirse ahora en una nueva izquierda de orden que contraste con el radicalismo de Iglesias.
Paradójicamente, el momento de mayor debilidad de Ciudadanos ha propiciado las condiciones que podrían permitir, bajo una buena estrategia y un proyecto sólido, su recuperación.
Y es que el centro puede volver a ser un punto caliente donde asciendan, por convección, los partidos que acierten a ocuparlo. Después de tres años de polarización, el sistema de partidos ha vuelto a mirar al centro. Hasta las próximas elecciones generales, la competición partidista será una carrera por conquistarlo.