Pablo Iglesias partía con ventaja para ganar el debate de Telemadrid. Haber sido cabeza de lista en cuatro elecciones generales le daba una experiencia de la que carecían sus cinco rivales.
Pero es el caso que le sobraron veinte segundos del minuto de oro, que además echaba el telón. Fue como renunciar al primer anuncio del año, el que sigue inmediatamente a las campanadas de Nochevieja.
Y no estuvo mal Iglesias. Fue el único que logró acorralar a la presidenta. Le estampó el número de infectados, de fallecidos, de hospitalizados, de camas ocupadas, de gasto del PIB en Sanidad, de listas de espera -ahí la pilló- y hasta de viviendas vacías. "Los datos, los datos", repetía.
Le pierden sus tics. Comenzó anunciando la creación del buzón de denuncias "mi jefe no me deja votar", como si Madrid viviera instalada en la época del caciquismo, como si Madrid estuviera más cerca de Rabat que de París o Berlín, y en su última intervención atribuyó a "la clase obrera" el mérito de que las cosas funcionaran en los peores momentos de la pandemia. Se refería a la de 2020, aunque al expresarlo en esos términos alguno podría pensar en la de 1918.
Si Iglesias, que era el mejor preparado, no logró imponer su discurso, menos pudieron hacerlo el resto. Mónica García, que partía como la gran desconocida, digamos que no hizo méritos para ser mucho más popular.
Gabilondo parecía haber sido llevado al plató directamente de un seminario intensivo sobre la fenomenología trascendental de Husserl. Atónito, bautizó lo que sucedía ante sus ojos como "el día de la soledad". No miró a cámara ni tan siquiera en el minuto final, y su llamamiento a los votantes -"necesito tu fuerza, necesito tu voto"- lo hizo con una voz suplicante y conmovedora. Si buscaba hinchar corazones, encogió más de uno.
Rocío Monasterio lo hizo tan fantásticamente bien para su parroquia que lo mejor que podrían hacer los menas a partir de hoy es salir con escolta. Muy triste. Acuñó un nuevo grito de guerra de resonancias africanas: "Menas Batán". Y tuvo tanto desparpajo como para soltarle a la candidata de Más Madrid que fue ella quien tuvo que explicarle qué era el coronavirus. Monasterio es arquitecta y Mónica García, médica.
Edmundo Bal estuvo lúcido. Debió de haberse permitido algún zurriagazo más, como el que sirvió para pararle los pies a Iglesias en cuanto quiso presumir de conocimientos constitucionales. Si llega al cinco por ciento, se lo habrá ganado a pulso.
A Ayuso le bastaron la banderita de España en la pulsera para vacunarse de Vox y una sonrisa permanente que actuó de escudo antimisiles. Encima, dejó caer la frase más redonda de la noche sin darse importancia: "Llevan veinticinco años diciendo que vamos a privatizar la Sanidad: dejen de meter miedo a la gente".
Es sabido que los aspirantes deben hacer mucho más que el campeón para destronarle. Ayuso ganó el debate porque le bastó con no perderlo.