Hacía tiempo que no pasaba por nuestras páginas un villano tan bien construido como José Félix Tezanos. Nosotros, inconscientes, borrachos de ego periodístico, escribimos para apartarlo de su puesto. ¡Miserables! ¿Qué importa que sus experimentos se financien con el dinero de nuestros bolsillos? Saquemos de la papelera de la Historia los textos que le hemos brindado. Servirían para empapelar todo el Centro de Investigaciones Sociológicas. ¡Tendríamos que pagarle nosotros a él!
El articulista de opinión intenta aparentar sentido de justicia. Delante de sus lectores, afila las letras como si fuera a salvarles de las inmoralidades del poder. Pero eso es una idiotez. Escriben -escribimos- guiados por la epopeya literaria que ofrece, en vano, el folio en blanco.
Se trata, como decía Antonio Vega, de una "antigua vocación". Un ejercicio de vanidad que, en el mejor de los casos, culmina en envoltura de pescado. Entonces, ¿qué derecho tenemos para librar a nuestros lectores de su villano preferido?
Mientras se escriben estas líneas, Tezanos se ha calzado la bata blanca. Un líquido azul PP ha desbordado los tubos y le ha salpicado hasta las gafas. Primero, niega con la cabeza. Pero después sonríe. Porque Tezanos siempre sonríe.
Se ha sentado a la luz del flexo y, pertrechado de materia roja, dibuja nuevos escenarios. Perfectamente falsificados. Admirablemente tergiversados. Y me gusta, ¡a todos los gacetilleros debería gustarnos!, porque nunca antes había estado tan barata la calificación de "ciencia". Esa literatura con la que soñamos, gracias a José Félix, también es una ciencia.
Hemos redescubierto, navegando en su timoscopia, el espíritu ancestral de las tabernas. Nos prepara, para su próximo artículo, una detallada crítica a la tapa madrileña, casi única en la geografía española y, seguro, máximo exponente de ese nacionalismo recién estrenado por Isabel Díaz Ayuso.
Y Tezanos sonríe. Porque siempre sonríe. Nostros, si alumbramos una carcajada en esta era del adoquín, es debido a su abnegada insistencia. José Félix pertenece a esa rara especie de personajes capaz de alumbrar la santísima trinidad entre el político, el columnista y el lector.
Tezanos maquina, el escritor escribe sin demasiado esfuerzo y el lector ríe... también sin demasiado esfuerzo. Sucede una vez cada mucho tiempo. ¡Y queréis destruirlo! ¿Os dais cuenta de lo que hacéis? ¿De verdad queremos periódicos huérfanos de Lady Macbeth, Darth Vader, John Silver o el inspector Javert?
Estoy contigo, José Félix. Estaré contigo hasta el final. A tu lado, junto al flexo. Espiando tus voluntariosas imprecisiones. Admirando tu desenfado. Mimando tus jornadas de reflexión. Blandiré esta columna contra todos los que osen quebrar ese equilibrio que nos mantiene vivos, esa violenta primavera que conecta nuestros textos con tus obras de parte.
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