Hay frases que las carga el diablo. Ana Rosa Quintana ha sido trending topic por dar el pésame a la madre de las niñas de Tenerife en unos términos poco afortunados, pese a toda su buena intención: "Vamos a intentar que tú no te hundas".
La periodista estaba bajo una gran tensión emocional, valorando en directo la recuperación del cadáver de una de las pequeñas asesinadas por su padre y arrojada al mar dentro de una bolsa atada a un ancla.
Los políticos también pueden equivocarse, pero hay veces que tienen menos disculpa. Por ejemplo, Adriana Lastra cuando aireó en primicia, durante la campaña de las elecciones madrileñas, las supuestas amenazas a la ministra de Industria.
"Me acaban de hacer llegar", dijo la portavoz parlamentaria del PSOE en un mitin, "que nuestra compañera Reyes Maroto, la que será vicepresidenta del Gobierno con Ángel Gabilondo, acaba de recibir una navaja ensangrentada como amenaza. Y desde aquí: ¡No vais a pasar! Al fascismo, ¡no vais a pasar! ¡Se acabó! ¡Se acabó!".
No es que no acertara ni uno solo de sus pronósticos -ni Reyes Maroto fue vicepresidenta de Madrid, ni Gabilondo formó gobierno, ni la izquierda evitó el triunfo arrollador de la derecha que Lastra identificaba con el fascismo, ni los camisas pardas desfilan por la Castellana transcurridos mes y medio de las votaciones-, es que pronto se supo que la navaja en cuestión no tenía manchas de sangre y que la había enviado una persona con las facultades perturbadas.
Lo de Lastra no fue un lapsus ni tampoco un error propiciado por las circunstancias del momento, como en el caso de Ana Rosa. Sencillamente, la información que le llegó del Gobierno le venía bien para sacar tajada y allá que fue, aun a riesgo de hacer el ridículo.
Es más incomprensible lo que le pasó este miércoles en el Congreso a Pedro Sánchez. Es sabido que Moncloa prepara concienzudamente los mensajes que el presidente exhibe en sus intervenciones parlamentarias. Sin embargo, el argumento que utilizó frente a Pablo Casado para demostrar la autoridad con que el PSOE trata el problema del nacionalismo catalán frente al Partido Popular fue atroz.
"Cuando ustedes gobernaban: dos referéndums ilegales de independencia, una declaración unilateral de independencia y las leyes de desconexión aprobadas por el Parlamento de Cataluña. Desde que gobierna el Partido Socialista junto a Unidas Podemos: cero declaraciones unilaterales de independencia, cero referéndums ilegales de independencia y cero ilegalidades en el Parlament de Cataluña. Esa es la gran diferencia entre ustedes y nosotros", dijo Sánchez entre la ovación de la bancada socialista.
Igual es que soy de natural excéntrico, pero fue escuchar al presidente y acordarme de lo que ha ocurrido hasta hace cuatro días en el País Vasco con el llamado impuesto revolucionario. Había empresarios a los que no secuestraban y tampoco amenazaban porque cumplían con los pagos que les exigía la banda. Otros que no cedieron a la extorsión tuvieron peor suerte.
Y me pregunté, ¿no habrá valorado el presidente, siquiera como hipótesis, que si a él no se le rebelan los separatistas es porque cede a sus pretensiones o, al menos, estos creen que de él conseguirán lo que no pueden obtener de otros?
Claro, porque si piden indultos y se los das, piden acercamiento de presos y los tienen, reclaman una mesa bilateral, el cambio de la ley para rebajar el delito de sedición, la destitución de funcionarios beligerantes con el proceso independentista, que el español deje de ser lengua vehicular, competencias marítimas, que a los policías nacionales y guardias civiles los vacunes tú, y a todo dices que sí...
Desde este punto de vista, que tampoco se antoja demasiado rebuscado, no habría lugar al discurso triunfalista de Sánchez; todo lo contrario. Por eso le aconsejaría que, en adelante, no hable del impuesto revolucionario.