Este año es el 800 aniversario del nacimiento de Alfonso X. Algunas ciudades, como la de Sevilla, a la que tanto favoreció el rey Sabio, o la de Toledo, donde nació en noviembre de 1221, están organizando actos conmemorativos en homenaje al autor de las Siete Partidas.
Quiero subrayar un aspecto del reinado de Alfonso, a propósito de su relación con las ciudades, que quizás sea el más destacado. El de su papel como urbanista.
Emulando a su admirado Alejandro Magno, de Alfonso X se puede decir que fue un importantísimo “hacedor de ciudades” (ese fue el calificativo que dirigió Calístenes al rey macedonio).
Labor que sigue teniendo en la actualidad una influencia extraordinaria para la España actual. Porque, en buena medida, seguimos viviendo en las ciudades que se constituyeron en el siglo XIII.
“Que dos son las cosas de todas las otras que deben mucho fazer los reyes, la una poblar las tierras aquellas que conviene que sean pobladas porque la tierra sea por ende más rica e más abondada, e la otra labrar las fortalezas que son por labrar, porque se puedan por ende mejor guardar e defender” (Carta Puebla del Puerto de Santa María, Cádiz).
Esta norma fundacional es la que ejecuta Alfonso X estableciendo, a través de la implantación de unos modos de roturado institucional muy protocolizados y con unas técnicas jurídicas, económicas, militares, urbanísticas e incluso lingüísticas muy precisas (en la Partida Segunda se especifican muy pormenorizadamente), una nueva organización y distribución de la propiedad sobre la base del nuevo territorio conquistado. Conquistado no sólo por él y su padre, sino también por sus ascendentes en la sede regia.
La nación española se va a formar, precisamente, al ir habitando ese territorio recién conquistado. Un territorio que se tiene que ir ocupando, poblando, con habitantes procedentes de otras áreas de la península ya pacificadas. Cuando convivan ahí, sobre todo en el sur y en el levante, poblaciones procedentes de otras partes del territorio peninsular surgirá esa nueva realidad nacional que ya podemos reconocer como española.
De hecho, la actual nación española sigue viviendo (seguimos viviendo) en ese ámbito así institucionalizado. En el resultado de esa labor de apropiación territorial consagrada, y aquí la propia historiografía juega una labor importante, por la acción regia de Alfonso X.
La inmensa mayoría de las poblaciones, ciudades, pueblos y aldeas en las que vivimos hoy los españoles son o bien fundaciones ex novo o bien refundaciones medievales (sobre localidades que ya estaban funcionando y a las que se da un nuevo ordenamiento urbano). Muy pocas ciudades, en el ámbito peninsular, se crearán posteriormente. Lo harán siguiendo los protocolos definidos en la Baja Edad Media.
El siglo XIII es el siglo en el que ven la luz la inmensa mayoría de los núcleos urbanos en los que, aún actualmente, habitamos los españoles. Un gran espacio poblado de ciudades que son, a la vez, fortalezas y mercados, pues la ciudad medieval no se concibe sin unos muros que la defiendan de la amenaza exterior. Pero tampoco sin unas puertas por las que entren las mercancías que se intercambian en las plazas de su interior (también en el siglo XIII verán la luz las ferias como institución característicamente comercial de Castilla).
La época del reinado de Alfonso X fue, pues, un tiempo de repoblación, colonización y defensa de las tierras recuperadas al islam. Es más: fue el tiempo en que se generó el suelo urbano y las ordenanzas del ordenamiento municipal que actualmente sigue recubriendo el territorio peninsular.
Las novedades importantes que se produjeron ulteriormente (Nueva Planta en el siglo XVIII, grandes transformaciones del XIX) lo hicieron sobre esta base.