La imagen de los talibanes (en plural de toda la vida) tapando con pintura blanca los escaparates de una boutique de Kabul donde aparecen retratos de mujeres vestidas de novia se presta a la comparación con la retirada toledana del cartel de Zahara disfrazada de María Auxiliadora con una banda en la que se lee “puta”. En definitiva, el acto en esencia es el mismo: censura de la imagen de una mujer por la intransigencia religiosa.
Claro que no cabe llevarse a engaño, porque entre el cristianismo y el islam median unos cuantos siglos. Los mahometanos, hoy creo que en 1443, aún viven su Edad Media. Y habla muy bien de la tolerancia del catolicismo que ante un ataque a sus sentimientos religiosos lo peor que te pueda ocurrir es que te llegue una demanda de los meapilas de Abogados Cristianos o que Carlos Herrera te mande por Twitter a pasear a “tu puta madre”, mientras que de los fanáticos de Alá sólo cabe esperar que te decapiten o que te monten un Charlie Hebdo en la redacción.
Mas no venía yo a hablar de religiones, sino de música, siguiendo el hilo de la cantante ubetense. En su último disco, de nombre precisamente Puta, Zahara se hace un James Rhodes. O sea, politiza su trauma infantil. Ya en un trabajo reciente, Astronauta, tenía un tema descaradamente político, Hoy la bestia cena en casa, en el que cargaba con dureza contra el neoliberalismo de Albert Rivera y, más concretamente, contra la gestación subrogada defendida en España por Ciudadanos.
Ay, Zahara, si supieras que yo, votante del partido naranja, he bailado y pegado botes en el No sin música mientras tú cantabas aquello de “si eres tan valiente/ préstame tú tu vientre / véndeme los hijos / que tengan tus hermanas”. Y es que la música de ese tema es, con perdón, la hostia consagrada. ¿Pero realmente piensas que alguien va a cambiar su voto porque tú cantes eso, muchacha?
Si te enseñara, Zahara, la lista de Spotify de mis artistas más escuchados, fliparías. Yo, que soy un facha que votará, y con gusto, a Juanma Moreno en las próximas andaluzas. Yo, quemando los temas de Silvio Rodríguez, Carlos Cano y Joaquín Sabina. Yo, haciendo running al son de las barras de mi admirado Tote King. ¿Acaso te crees que por leer el ABC voy a escuchar a los moñas de Taburete?
Es tan adolescente la senda que toman estos artivistas, tipo Ismael Serrano, que se creen, pobres ingenuos, que poniendo su breve talento al servicio de la política van a remover conciencias o algo por el estilo cuando lo único que consiguen es empequeñecerse hasta ganarse una imagen de auténticos plastas moralizantes para su público potencial. O sea, acabar como Willy Toledo o Carlos Bardem.
Ah, y siempre a favor del viento, claro. Te diría, como Rafael el Gallo, que los cojones, en Despeñaperros. O sea, esa puta virgen, Zahara, yo te la hubiese aplaudido en la Transición, cuando rulaban por ahí los pistoleros de la matanza de Atocha.
En la España resiliente, provocar al catolicismo, tomar la bandera arcoíris, la morada del feminismo o la roja del socialismo es tan transgresor como ondear la tricolor francesa en París un 14 de julio. Hoy, si un artista quiere epatar, que venga como Calamaro, desde la Argentina, a defender la tauromaquia y el “vértigo de los patriotas y reaccionarios”. Rhodes, que se cree de las brigadas internacionales, le toca el piano al presidente del Gobierno. En fin.
Yo sé, Zahara, que no tienes ovarios ni interés en presentarte el día 3 en Toledo con un burka e ir desprendiéndote de él conforme avanza tu actuación. Porque, a fin de cuentas, a ti qué carajo te importa lo que esas alimañas medievales van a hacer con las mujeres afganas. No, a ti te importa tu traumita.
Volverás, en cambio, a dar entre canción y canción el speech ese en el que hablas de “las bestias que cambian la sanidad pública por la libertad”, obviando que la libertad, en esencia, es poder elegir, entre otras cosas entre pública y privada.
Yo seguiré escuchando a Silvio, pero pensando que los músicos de derechas, Julio Iglesias por ejemplo, son los más inteligentes, porque le cantan a lo que realmente importa: al amor.