La agresión lesbófoba a las Devermut era falsa y también falsa ha resultado ser la agresión homófoba al chaval de Malasaña. A mí estas cosas me producen lo que yo denomino efecto arroz con leche: nunca sé si me gusta o me repugna. Y con esto también estoy confusa, como un Dinio cualquiera en mitad de la noche.
Por un lado, me alegro muchísimo de que no ocurriesen ambos ataques. Es una buena noticia saber, gracias a los vídeos y pese a sus mentiras, que dos mujeres pueden besarse tranquilamente en un bar sin que las echen de allí o las acosen. Y también ser unas macarras maleducadas e impertinentes y que, efectivamente, las desalojen. Exactamente como a cualquiera. De eso trata la igualdad.
Y es una muy buena noticia que un ataque tan brutal como el que parecía haber ocurrido en el mismo centro de Madrid y a plena luz del día no fuera más que la coartada desmesurada de un infiel. Me he acordado ahora del secuestro de aquel novio de Falete. Cómo son las cabezas.
Por otro lado, me inquieta la facilidad y rapidez con la que una noticia se instrumentaliza por parte de algunos irresponsables con tal de sacar rédito de ello. La gira mediática de Fernando Grande-Marlaska por el caso de Malasaña, por poner un ejemplo, ha sido vergonzosa, irresponsable e indigna, convirtiendo la legítima condena a cualquier hecho violento en un señalamiento a la oposición, responsabilizándola de ello.
Con tal de sacar beneficio político, incluso de la desgracia, no se duda en banalizar la violencia, en hiperbolizar una realidad y sobredimensionar una alarma social. Madrid no es un lugar inseguro para sus gentes.
Pero también me satisface que se desmonte la farsa y aflore la verdad. Eso demuestra la efectividad de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad y lo importante que es la presunción de inocencia para un Estado de derecho. Respetar a la víctima poco tiene que ver con la creencia ciega en su incuestionable testimonio, como pretenden algunos.
Con un Yo Sí Te Creo made in Irene Montero de obligada aplicación y culpables preventivos, hoy seguiríamos pensando, sobrecogidos, que en Malasaña opera un minikukluxklan encapuchado que se dedica a asaltar violentamente a todo homosexual con rabia e impunidad.
Al momento me entristece que se utilicen estos dos casos falsos para intentar desacreditar a todo un colectivo, todo un movimiento y sus reivindicaciones. Porque es importante que no perdamos de vista que una causa justa, por mucho que sea utilizada de manera despreciable por algunos para su propio beneficio, no deja de ser moralmente justa. Y que dos agresiones hayan resultado ser un embuste no implica necesariamente que todas lo sean. Implica, únicamente, que estas lo son.
Y, justo a continuación, me divierte que queden a la vista las costuras de la mezquindad. Les hemos visto el color de las bragas a los que llevan desde ayer haciendo filigranas dialécticas para no desdecirse, para que la realidad no les estropee el titular o les desmonte la columna, diciendo digo y Rodrigo, y que de este burro no se bajan.
Cualquiera diría que íntimamente se alegran con cada desgracia que activa el contador del odio, en su inmensa benevolencia, porque la causa necesita héroes y, cada volcán, una cabra.
Y me asombra que un gobierno preocupadísimo por las fake news siga manteniendo la comisión antiodio, pese a ser falsa la denuncia, y no se haya lanzado ya a calmar a la población y rebajar el tono apocalíptico, a desactivar el Defcon 2 para todos los movimientos identitarios que ellos mismos han promovido.
No olvidemos que en marzo de 2020, aprovechando el estado de alarma y por medio de una orden ministerial, se permitía a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado cerrar webs o cuentas en redes para “prevenir y minimizar la desinformación”, sin intervención judicial, porque había que evitar a toda costa el estrés social que provocan mensajes e informaciones falsas.
Este arroz con leche no nos lo acabamos.
Bonus track: Un chaval con mascarilla posa para la foto con una pancarta que reza “que una mentira no calle tu verdad”. Es el epítome perfecto de una época, pero él no lo sabe. En esas estamos: tu verdad es la verdad. Si lo crees, es. Y si es, ES. No necesitas demostrarlo. Cualquiera que niegue tu verdad, LA VERDAD, lo hace por pura y genuina maldad. Y no hay más. Riau, riau.