“Y los galaaditas tomaron los vados del río Jordán a Efraím, y cuando alguno de los de Efraím que había huido decía: ‘¿Pasaré?’. Los de Galaad le preguntaban: ‘¿Eres tú efrateo?’. Si él respondía ‘no’, entonces le decían: ‘Pues di shibboleth’. Y él decía sibbolet, porque no podía pronunciar aquella suerte. Entonces le echaban mano y le degollaban. Y así murieron 42.000 de los de Efraím” (Libro de los jueces, 12, 4-6).
En Vox se han propuesto armar un argumentario que sólo contempla como interlocutor dialéctico al podemita, de modo que, por aquello de que los contrarios se igualan, el partido Santiago Abascal termina desarrollando un discurso igual de infantil que el discurso podemita al que pretende objetar.
Que hay que castigar penalmente a quien delinque lo discutirá un podemita, por supuesto, que ve en cualquier sistema punitivo una conspiración de la casta contra las clases trabajadoras. O así lo veían antes de que Galapagar les dejara amordazados y sin montura para poder cabalgar tal insuperable contradicción.
Fuera del planeta Podemos, cualquiera puede entender que a un delito, en cualquier ordenamiento jurídico, le corresponde una pena.
De la misma manera, si hay que expulsar de España a quien delinque, dada su condición de extranjero, pues se le expulsa, según figura en el Código Penal, artículo 89.1, y ello tampoco es discutible fuera del podemismo.
Tan sólo me permito recordar, eso sí, que extranjeros eran Cristiano Ronaldo o Messi cuando jugaban en los clubs españoles correspondientes, alguno de ellos con problemas con Hacienda, sin que hubiera voces clamando su expulsión por delinquir (pareciera a este propósito que algunos extranjeros son más iguales que otros).
Pero este no es el tema, aunque a algunos les interese que se deslice por esta vía de lo indiscutible. La cuestión es si los ciudadanos españoles nacionalizados, aquellos que han adquirido la nacionalidad habiendo nacido en el extranjero, deben tener la misma consideración que los españoles nativos. Es decir, que los españoles que han adquirido la nacionalidad por nacimiento, que son la inmensa mayoría. Asunto que se hace extensible a las segundas generaciones, nacidos ya en España, pero descendientes de los nacionalizados.
Y el tema es que España, se quiera o no, depende de la inmigración. Porque no hay repuesto de la población española al tener un crecimiento natural negativo (vinculado al índice de fertilidad femenino).
El plan para resolver esto no puede ser “expulsar al delincuente extranjero”.
Y no porque esto no deba hacerse, siendo indiscutible esta acción (insisto, con el Código Penal en la mano). Pero como plan político es ridículo y ruin, porque además de desviar el problema (el asunto está en los nacionalizados, no en los extranjeros), se criminaliza gratuitamente a la población extranjera. Una población que, tal y como está la situación demográfica en España, es imprescindible para la consistencia de la nación. Es mucho más prudente incorporar a esa población extranjera, por la vía de la adquisición de la nacionalidad, e integrarla completamente al cuerpo político español, buscando su lealtad y apego, y no su desistimiento.
Francisco Contreras, diputado por Vox, intervino en el Congreso diciendo que el DNI no es suficiente para la adquisición de la condición de español, sino que ser español significa “mucho más”. Ese “mucho más” nacional (no se sabe “cuánto” más ni hasta “dónde” más), es una nueva forma, actualizada por el lepenizado Vox, de decir shibboleth.
Este es el plan de Vox para resolver el problema del invierno demográfico en España: expulsar al extranjero delincuente. Es decir, no hay plan.