Yolanda Díaz ha encontrado la fórmula infalible para el éxito político. ¿Por qué estropear un bonito partido presentándolo a las elecciones?
La vicepresidenta segunda del Gobierno puso de largo Sumar hace tres semanas. Entonces y ahora, no había otros comicios en el horizonte que los municipales y autonómicos prefijados por defecto en el último domingo de mayo.
La plataforma electoral de Díaz tomó forma entre distintos “procesos de escucha”. (Nunca termina de quedar claro cuándo empezó y cuándo está previsto que concluya). Al final, puestos unos al lado de otros en el Matadero, dieron la sensación de ser los mismos de siempre. Algunos espacios políticos no desentonarían en Terminator 2: tan pronto se atomizan en partes diminutas como se vuelven a unir formando un todo.
¿Conseguiría la gran esperanza de la izquierda a la izquierda del PSOE volver a aglutinar los restos del PCE/IU, Podemos, el errejonismo y demás corrientes en una misma papeleta? Si nos atenemos a las palabras de su líder, no lo verán nuestros ojos en mayo de 2023. Insistimos: en las elecciones que estaban perfectamente fijadas en el calendario. A casi once meses vista del happening del Matadero.
Es una jugada maestra. Sumar pasa a ser ese cuaderno tan bonito que no queremos emborronar con una vulgar lista de la compra o unas notas tomadas apresuradamente con un boli Bic y un teléfono que intentamos sujetar con la oreja. Una de esas artes marciales exóticas que van a los Juegos Olímpicos sólo como exhibición. Uno de esos profesores de interpretación venerados a los que nadie ha visto defender un papel sobre escenarios o pantallas.
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El proyecto político perfecto es aquel que consigue esquivar el engorro de someter sus propuestas al veredicto de los ciudadanos. Imaginen que todo ese festín de ternura y empatía es despreciado por el censo. O peor aún: es tan votado que conduce a asumir el poder municipal y obliga a ocuparse de asuntos tan poco instagrameables como la recogida de basuras.
La prioridad, contó ella misma en la Cadena SER en Galicia, es “definir un proyecto de país para la próxima década” y, posteriormente, decidir “si se convierte en un proyecto electoral o no”. A este paso, la próxima década puede ser ya la siguiente.
Por supuesto, Yolanda Díaz acabará señalando qué candidaturas autonómicas y municipales merecen su apoyo. Incluso puede que sí presente su plataforma en algunas grandes capitales. Y ella misma será la protagonista de una campaña a las próximas generales.
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En la papeleta pondrá Sumar o cualquier otra fórmula. Lo más seguro es que estos titubeos electorales escondan detrás alguna sofisticada estrategia de comunicación política que a este pobre escribiente se le escapan.
Pero es divertido imaginar que la líder haya concluido que es mejor no saber hasta qué punto tiene un peso sobrerrepresentado en la opinión publicada por su predicamento en la profesión periodística. Ahorrarse el podcast de Pablo Iglesias de la mañana siguiente. Dejar Sumar en una expectativa, un “qué hubiese pasado si…”, un “demasiado bonito para ser cierto”, un “preferimos no someter a la sociedad española al estrés de someterse sobre un proyecto para el que todavía no estaba preparada”. Para qué contraponer la foto de la euforia en Matadero con las caras largas de un recuento electoral que no sale como se esperaba.
Quedan once meses. Yolanda Díaz seguirá a la escucha. Configura su plataforma a ritmo de Antonio López. Quién sabe. Quizá para cuando termine La Puerta del Sol ya se puede votar a Sumar.