Es urgente descatalogar el Código Penal y sacarlo de todas las librerías donde aún espera manos de jóvenes alumnos de Derecho que probablemente acaben opositando. Sacarlo de las bibliotecas de las facultades, de las estanterías de madera de esos salones de los 70 donde siempre había un orejero, o dos, y un Código Penal.
Y el Summa Artis también. Hay que descatalogarlo ahora mismo. Total, para cuatro que lo estudian todavía.
A mi amigo Ignacio, que se pasó ocho años memorizándolo junto al Código Civil y ahora es capaz de recitarlo como el Padrenuestro, le habría salido mejor estudiar para minero, que es una profesión con mucho más futuro que ninguna que tenga que ver con las leyes en este país.
Están adelgazando el Código Penal como la versión del Quijote de Trapiello. Sobre todo para hacérselo asequible a todos los corruptos, que son aquellos que siempre se excusan con que no sabían que robar estaba mal.
Al final, el sanchismo hará una versión con pictogramas para todos los públicos de dos páginas. A la izquierda, todo lo que esta bien. Y a la derecha, todas las cosas fachas, proscritas y perseguidas. A la izquierda una foto de Pedro Sánchez. Y a la derecha, ay, una lista cada vez más larga de cosas como abrirle la puerta a una mujer.
El Código Penal hay que sacarlo de nuestra vida política como hay que quitar el infierno de nuestras creencias, por traumático. No puede ser que los políticos turbios duerman intranquilos por culpa de unos cuantos artículos que alguien ideó cuando todavía se estilaba aquello de la ejemplaridad.
El pobre Junqueras sin conciliar el sueño: "Yo sueño que estoy aquí / de estos delitos cargado / y soñé que en otro Estado / más lisonjero me vi…". Porque Junqueras sueña, como todo hijo de vecino, pero en verso como el Segismundo de Calderón.
Lo que nunca sospecharon los nacionalistas es que fueran a tener de aliado al mismísimo abogado del diablo dispuesto a deshacer el Estado de derecho por cinco minutos más en el poder.
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Se nos está quedando aquella España que nos auguró Pedro Sánchez en un tuit en 2010. Aquel en el que demostró que no sabía conjugar un imperativo, que es lo mínimo que se le debería exigir a un presidente de un país civilizado. Por menos, si diesen los votos, tendría validez una moción de censura. "Ser malos! Buenas noches colegas".
En lo de la coma del vocativo ni entro. Y a ser malos se pusieron los independentistas catalanes, los vascos, los populistas y todo el que caía a ese lado de la izquierda desde entonces, y así hasta nuestros días.
El Código Penal ya sólo lo citan los jueces rectos, como Marchena, y los fiscales insobornables. Y el resto lo ubican de oídas, como aquellos que repiten constantemente que lo de "ladran, luego cabalgamos" sale del Quijote y siguen en el error porque no han leído a Cervantes y mucho menos un sólo verso de Goethe.