José María Aznar le dio hace unos años un buen consejo a Pablo Casado que este, para su desgracia, desoyó: "Actúa como si Vox no existiera". La que pilló el consejo al vuelo fue Isabel Díaz Ayuso y ahí están sus resultados electorales. Alberto Núñez Feijóo debería hacer hoy lo propio, pero con el PSOE. "Actúa como si Pedro Sánchez no existiera". O, mejor dicho, "actúa como si Sánchez fuera un buen presidente".
La tarea es titánica, a la vista está, y exigirá de Feijóo el poder de abstracción de un monje tibetano. Un solo ejemplo al azar. Las reiteradas quejas de Pedro Sánchez en el Senado por los "insultos" de un líder del PP que, hasta donde se sabe, todavía no ha insultado al presidente del Gobierno con las expresiones que este le atribuye.
Pero ese poder de abstracción, el necesario para tratar a Pedro Sánchez como si fuera un presidente "normal", le permitirá a Feijóo sacar al PP de la estela de este, donde las turbulencias provocadas por las barbaridades del Gobierno obligan a los populares a chapotear constantemente en agua removida mientras boquean en busca de oxígeno.
Si alguien ha de removerle el agua a alguien, en fin, que sea el PP al PSOE. Porque el hecho de que Feijóo no sea Sánchez es un requisito necesario para llegar a la Moncloa, pero no suficiente. Más ayudaría saber que Feijóo, además de no ser Sánchez, tampoco es el PSOE. Aunque para eso es necesario un programa para la España de los próximos doce años del que de momento nadie, ni siquiera en Génova 13, sabe nada.
Y que sean los socialistas los que lidien con dos problemas: el de las consecuencias de sus propias barbaridades y el de reaccionar al programa de un candidato que no le ha comprado el marco ideológico al PSOE. ¡Esa sí que sería una novedad ilusionante para el electorado popular! Si Inés Arrimadas (que por cierto vuelve a ser la que ganó las elecciones catalanas en 2017) está consiguiendo poco a poco que Ciudadanos parezca de nuevo un partido necesario, ¿cómo no va a poder el PP?
España merece un Gobierno que la proteja y Sánchez es un presidente sin escrúpulos que sólo busca protegerse a sí mismo. Por eso quieren controlar al TC para que avale el referéndum catalán, cuando lo que necesitamos es reforzar nuestra democracia y la igualdad entre españoles. pic.twitter.com/SywIaogSPz
— Inés Arrimadas (@InesArrimadas) December 21, 2022
Feijóo debe comprender que ha ganado una batalla en el Tribunal Constitucional, pero que tiene la guerra perdida. Porque el Gobierno, como explicaba el editorial de EL ESPAÑOL de este miércoles, tiene en sus manos todas las cartas que le permitirán conseguir una mayoría progresista en el TC similar a aquella de la que el PP disfruta ahora. Si el Gobierno prefiere a Bandrés en detrimento del también progresista Pablo Lucas, Bandrés acabará en el TC y Conde-Pumpido será presidente. Y el PP no tiene poción mágica que le permita evitar eso.
Como en tantas otras ocasiones, el PP está confundiendo la táctica de Pedro Sánchez (conseguir una mayoría afín en el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial) con su estrategia (acabar con ese sistema de mayorías cualificadas que es la verdadera clave de bóveda de la separación de poderes en España).
Porque lo que quiere Sánchez no es, o no es únicamente, conseguir una mayoría lo suficientemente sumisa en el Tribunal Constitucional como para que este valide las leyes aprobadas por el Gobierno durante esta legislatura y que han sido recurridas por la oposición. Sino un cambio en la arquitectura de las mayorías necesarias para determinados pactos de Estado que le permita controlar las instituciones sin necesidad de consenso alguno con el PP.
Es decir, sólo con el apoyo de nacionalistas, radicales y populistas.
La clave no es por tanto el control, sino la necesidad de consenso. Porque el control es coyuntural y se acaba cuando el otro partido gana las elecciones. Pero sin necesidad de consenso, ese control se convierte en sistémico y consolida para los restos la mayoría de PSOE + Podemos + nacionalistas, difícilmente superable por el PP por sí solo.
Es ese consenso (que no es simple bizcocheo entre PP y PSOE como ridiculizan los extremistas a derecha e izquierda, sino la garantía de que ninguno de los dos grandes partidos podrá quebrar el sistema tomando decisiones inaceptables para el otro) el que está en juego ahora.
Quizá, como afirma Inés Arrimadas, para llevar a cabo algún tipo de consulta en Cataluña que nos conduciría a un conflicto civil de consecuencias inimaginables hoy.
Quizá para forzar un cambio constitucional sin necesidad de reformar la Constitución. Es decir, sin que haga falta trabajarse las mayorías cualificadas necesarias para ello.
Dicho de otra manera. No es un Tribunal Constitucional más o menos sanchista el que evitará que un nuevo Sánchez actúe como está actuando el Sánchez original. Sino la exigencia de consensos entre partidos mayoritarios.
Y eso sólo se aborta llegando a la Moncloa y descosiendo lo que ha tejido Sánchez, reforzando lo que está demoliendo y construyendo una hegemonía de centroderecha liberal capaz de sostenerse por sí sola, sin chantajes de otros partidos, durante dos o tres ciclos electorales. Descoser, reforzar y construir. Si Feijóo se olvida de uno de esos tres ejes, ni siquiera su victoria en las elecciones generales de 2023 servirá de nada.