Es un fenómeno cada vez más frecuente. Se asoma uno a algún jaleo digital picado por la curiosidad. ¿Por qué es trending topic esta actriz?

El clic nos conduce a un sinfín de noticias y comentarios en las redes sociales. En ellos se responde a unas críticas terribles. Pongamos que la protagonista ha comparecido en una entrega de premios con una silueta algo distinta a la que nos tenía acostumbrados. Este habría sido el motivo de los intolerables mensajes de odio. Pero… ¿dónde están esos mensajes? 

Gtres

El grueso de las publicaciones consiste en piropos hacia al cuerpo de la intérprete. Muchas de las veces se añaden invectivas contra los propagadores de la basura. Sólo tras una ardua labor de arqueología tuitera se consigue llegar a alguno de los vómitos en los que efectivamente se pone el peso en la diana.

Si nos ponemos a hablar, precisamente, de peso, el que representan estos pocos trinos desperdigados por el nido del cuco digital no llega a la categoría de pluma.  ¿Por qué, entonces, sirven de mecha para prender tal exuberancia de prosa reivindicativa? 

Confluyen varios aspectos y ninguno nos deja en buen lugar. Quizá sean complementarios. Quizá sean, en el fondo, el mismo. 

La era del aspaviento exige posicionamientos instantáneos. Uno entendería la reacción airada si una persona física o jurídica se hubiera mofado de un sobrepeso. Que un puñado insignificante de anónimos tristes dando rienda suelta a sus instintos subterráneos, quién sabe si mientras evacúan el intestino, merezca un átomo de atención resulta, en cambio, incomprensible. Como Bogart a Peter Lorre: quizá les despreciaríamos… si les dedicáramos un segundo de nuestro pensamiento. 

La sospecha se vuelve fundamentada. Hay un prejuicio anterior, valga la redundancia. Se ve en pantalla el cambio físico y se prepara el discurso de defensa buscalikes. Ahora sólo hace falta encontrar el ataque que lo justifique. La actriz es lo de menos. Su papel aquí es sólo el McGuffin que detona la exhibición buenista. 

Los medios de comunicación hemos ido detrás. Aquí cunde otro temor. ¿Y si publicar noticias sin fin sobre los intolerables mensajes de odio fuera una forma muy sofisticada de paralipsis? Qué mejor manera de conseguir clics morbosos sobre los nuevos kilos de una actriz que generando piezas sobre los ataques que habría sufrido por ganarlos. 

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¿Qué será más dañino para ella? ¿Los cuatro tuits descerebrados o los centenares de noticias contestando, desfilando en primera fila en cuanto se teclea su nombre en Google News? 

La imagen en el centro para criticar que la imagen se ponga en el centro. El resultado ha tenido el efecto de un espejo. Uno que no nos devuelve nuestra versión más favorecedora, sino que refleja un evidente sobrepeso de hipocresía. Vamos a tener que ponernos todos a régimen.