Cien minutos de dos hombres discutiendo te hace echar mucho de menos ese momento en que creíamos que el bipartidismo se había terminado. ¿Dónde estaban estos debates a seis? Pónganme diez de esos.

Este era un cara a cara un tanto curioso. Normalmente, quien está en el poder simplemente tiene que aguantar. La oposición, ir con todo.

Sin embargo, hoy Sánchez tenía que salir a ganar sin parecer aquello de lo que todo el mundo le acusa: un rottweiler obsesionado con el poder.  A Feijóo, en cambio, le bastaba con empatar y podía hacerlo sólo con no perder la calma.

Pedro Sánchez antes del debate.

Pedro Sánchez antes del debate. EFE

Si esto va de ver quién ha vencido, lo que sí está claro es que Sánchez ha perdido. En un debate en el que dos candidatos se lanzan datos a la cara que el oponente dice que son mentira, no gana la verdad, gana la imagen.

Y Sánchez estaba desencajado a los diez minutos de empezar el debate, a la defensiva y agresivo. Hagan pantallazos cuando habla el presidente y vean sus caras. 

Enfrente, un Feijóo mucho más sereno ha escapado de todas las trampas en las que Sánchez ha querido enredarle. No era difícil llevarlo preparado. Llevamos escuchando el discurso de Sánchez en todos los platós y estudios de radio que han tenido a bien acogerle en los últimos meses.

El presidente del Gobierno tenía dos bazas importantes que jugar y con las que quería arrinconar a Feijóo. La idea de que la economía del país "va como una moto" y la de que Vox es un peligro.

No ha conseguido ser creíble en la primera. Porque al español medio, por mucho que Sánchez le mire a los ojos mientras dice "para que los telespectadores me entiendan", no le convencen los datos macroeconómicos mientras la cesta de la compra siga produciendo infartos de miocardio. 

Y ante la amenaza que, dice Sánchez, representa Vox para la democracia, Feijóo ha jugado una carta maestra, que lleva usando desde las autonómicas, pero que es ahora cuando da sus frutos. Firmemos aquí y ahora un acuerdo para dejar gobernar a la lista más votada. Y Sánchez se ha bloqueado.

Es poco creíble decir que Vox nos va a llevar al Medievo y luego no estar dispuesto a comprometerte para mantenerlo fuera del Gobierno. Sobre todo cuando del otro lado se están ofreciendo a hacerlo mientras tú juras que ganarás las elecciones.

Del resto del debate, mucho zasca para la viralización en redes sociales y poca chicha real. Para llevar cuatro días preparando el encuentro, la actuación de Sánchez ha sido lamentable. Ha salido hasta el 11-M a relucir. ¿De verdad nadie le ha dicho que volver a sacarlo era mala idea? 

Feijóo no ha sido tan brillante como se dice, pero siempre sale mejor parado aquel del que se espera menos. Utilizar como arma arrojadiza una descripción de la muerte de Miguel Ángel Blanco ha dado ganas de apagar la televisión.

A pesar de todo, el candidato popular ha esquivado las estocadas sobre Vox y ha evitado que Santiago Abascal se convirtiera en el protagonista del cara a cara. Algo que le habría venido fenomenal a Sánchez, pero también a Vox.

Feijóo ha conseguido incluso aprovechar una pregunta sobre la relación de la formación verde con la violencia machista para poner el foco en la ley del 'sí es sí', a la que el presidente se ha referido como un "error jurídico". Toda palabra que ha salido de la boca de Sánchez sobre las mujeres ha sido, desde ese momento, vacía. El Gobierno más feminista de la historia se ha quedado sin nada de lo que presumir.

Además, el candidato popular ha conseguido llamar mentiroso a Sánchez de unas veinte formas diferentes y sin despeinarse. Punto a la creatividad para el popular.

Quizá sus mejores momentos han sido, no sólo aquellos en los que toreaba al presidente del Gobierno, sino cuando ha logrado hacer algunos guiños extra, como la promesa de terminar de tramitar la ley ELA.

Al final, Sánchez ha perdido frente a Sánchez. Su credibilidad estaba minada y todos los frentes por los que pretendía atacar a un Feijóo imperturbable se han vuelto en su contra. Hacia el final del debate, sus manos temblaban y las frases eran leídas directamente de las fichas preparadas. 

"Yo no miento, señor Feijóo, yo no miento", ha repetido una y otra vez. 

Hay una realidad, al margen de todo rifirrafe político, y es que el nivel de este debate ha sido más propio de un programa de Sálvame. Los únicos que han llegado al final del programa son los asesores de comunicación y los periodistas cafeteros. Ningún ciudadano español que haya querido saber qué van a hacer por él los políticos que aspiran a presidir su país habrá logrado respuesta.

Después de esta noche, Sánchez estará agradecido de que Feijóo sólo haya aceptado un debate de los seis que propuso.

El resto de los españoles también lo estamos.