Queridos Reyes Magos:

Hemos sido, de aquella manera, españoles a fin de cuentas. Supongo que por eso tenemos al presidente del Gobierno cabreado. O puede que sea porque en estos días de campaña haya caído en la cuenta de que está al servicio de los españoles y no al revés, como suponía desde que empezó la legislatura.

Fachada de una oficina de correos.

Fachada de una oficina de correos. EP

No le hemos hecho mal a nadie. Como mucho, a los refugiados del Sáhara Occidental, a los que hemos vendido a Marruecos por dos camellos cojos y una frontera en Melilla más caliente que un adolescente de los años 90 sin Canal+.

Y sobre todo nos hemos traicionado a nosotros mismos. ETA ya no existirá, pero todavía están frescas las lápidas que obligaron a escribir a más ochocientas familias los asesinos a los que Moncloa trasladó a cárceles vascas, como si no hubiese asuntos más urgentes que atender.

Nos hemos dedicado a gastar el dinero público (que no es de nadie) en que Tezanos le venda una ramita de romero al presidente como una gitana de la Plaza España de Sevilla cada quince días desde el CIS. Y hemos gravado las carreteras españolas a partir de 2024, aunque se empeñe el Gobierno en negar la mayor, como si fuesen playas a la italiana. Que las use quien pueda y quien no, que viaje a través de Google Maps.

Desde enero, cuando pasasteis fugazmente por aquí, tenemos muchos fascistas más. Tantos como aquellos que no votan al PSOE. Incluso los que votan a Sumar. Porque todo lo que no sea Pedro es fascismo. Feijóo, Tamames e incluso Felipe González. Así que hemos sido buenos, pero fachas, por lo visto.

Yo escribo porque como a Pedro Sánchez le dio por convocar elecciones un 23 de julio pensando únicamente en su interés, tenemos Correos saturado y con seiscientos millones de deuda. Y haciendo horas extra para sostener la idea genial del presidente.

Así que así están los carteros, hasta arriba. Y yo preocupado porque no llegue esta carta a tiempo el seis de enero.