Escribo estas líneas con un sabor de boca amargo. Es lo normal cuando te tienes que tragar tus propias palabras. Las que habías escrito mentalmente para un artículo postelectoral que ya nunca verá la luz. Los motivos son diversos, pero pueden resumirse en uno: ninguna de sus premisas de partida se ha cumplido.
"No volverás a imaginar el comentario de un acontecimiento antes de que este se haya producido". Es difícil no sentirse la encarnación de Pierre Nodoyuna. Que Pierre sea 'Pedro' en francés no sé si hace más o menos gracioso el chiste.
Podríamos llenar muchos folios con todas las predicciones que se han ido al garete. Les rescato una para echar unas risas, qué menos. Aquí uno que lleva años augurando que España iba encaminada a un auge de los partidos provinciales. Teruel Existe ha desaparecido del Parlamento.
Admiro a los colegas que han sido capaces de hacer un análisis del 23-J. Yo todavía no sé por dónde me viene el aire. No les vamos a aburrir a estas alturas con el ganador que parece que pierde y el perdedor que parece que gana. Sí diremos que el hecho de que el PP se impusiera al PSOE como partido más votado era algo que las encuestas ya decían en los tiempos de Pablo Casado.
De modo que sólo había una incógnita. Qué peso se repartirían los populares y Vox en la suma de más de 176. Que esta no se produzca es un auténtico shock que echa por tierra un discurso de cambio de ciclo que llevaba dos años gestándose. No es sólo el clima prospectivo que producían las encuestas. Es, fundamentalmente, un incontestable encadenado de resultados electorales: Madrid 2021, Castilla y León (con sus matices) y Andalucía 2022, y el 28 de mayo de 2023.
Esta progresión queda interrumpida. Sorpresa ante la campaña de Sánchez, centrada en sus sensaciones personales y en la que en tantos momentos pareció que no tenía nadie al volante. Toma lección de humildad. No es el líder carismático que quieren vender sus exégetas. Ya hemos visto que el techo lo tiene en 123 diputados. Pero sí es un superviviente extraordinariamente rocoso. Ha conseguido ni más ni menos que el mejor resultado que podía tener.
Del estupor pasamos a la pereza. Aspirábamos a la certeza y comprobamos que quedan por delante semanas de especulaciones y elucubración de escenarios. Quizá sea el canto del cisne de la política enmarcada en la lógica de las series de televisión. Pero esta propina es del todo inesperada. Creímos sinceramente que habíamos llegado al final.
Antes al contrario. Se vuelve a mentar la repetición electoral con la misma ligereza que en las dos ocasiones anteriores. Un recordatorio. En ambos casos se formó un gobierno que podía haberse realizado perfectamente con los resultados de las elecciones originales. Tres elecciones generales consecutivas repetidas son demasiada basura para que no empiece a asomar debajo de la alfombra.
Quizá haya llegado el momento de tomar nota de los problemas de esta década para hacer algo por solucionarlo. Creo que es necesario cambiar el sistema por el que el Congreso de los Diputados elige al presidente del Gobierno. Exige reformar la Constitución con todo lo que eso comporta. Pero merece la pena.
Hemos comprobado que un sistema que somete al candidato a una votación de sí o no tiende a traducirse en bloqueo en este escenario político. Hay que cambiar el procedimiento por el de los ayuntamientos o el Parlamento vasco. Votar nombres. Siempre habrá alguno que gane, aunque sea en minoría.
Los representantes del pueblo cumplirían así con su obligación sin poder recurrir a la repetición. Repetición prevista en su día como último recurso y utilizada hoy con desparpajo obsceno como moneda al aire.
La energía para defender la gran coalición se ha gastado en todo este tiempo oligofrénico. "¡Que cómo se puede pedir gobernar con Sánchez después de haberle puesto a parir!". De eso se trata, precisamente. De dejar los gustos personales de lado para cumplir con el mandato ciudadano de elegir un gobierno.
No hagan tampoco mucho caso. Ya les dije que ahora mismo no sé por dónde me viene el aire. Viendo algunos gestos políticos recibo el tonto consuelo de no ser el único. Una cosa sí tenemos clara. Van a ser resultados de digestión pesada. Casi como la que sigue cuando uno se come sus propias palabras.