You Only Live Once. Sólo se vive una vez. El mantra del carpe diem consolida una nueva tendencia con su acrónimo: el turismo YOLO (You Only Live Once). Podría tratarse de la enésima etiqueta de marketing para vender experiencias únicas, pero tiene pinta de que esta vez puede ser la definitiva. El Wall Street Journal hablaba la semana pasada del avión que la cadena hotelera Four Seasons, responsable de revitalizar la plaza de Canalejas en Madrid, oferta a sus clientes más distinguidos.
Four Seasons ofrece una vuelta al mundo en su avión con experiencias YOLO (Mick Jagger, que estos días anda en Ibiza en el yate alquilado por Leonardo DiCaprio, fue el que puso de moda pintarrajear los aeroplanos de la gira con su logo). La idea es sencilla y está inspirada en las vueltas al mundo en crucero.
El Four Seasons ofrece a los "turistas" recorrer el planeta en el avión de la cadena hotelera, alojarse (claro) en sus establecimientos y planificar el viaje "un poco" a su medida. El avión es un Airbus A321LR, que presume de ser el jet privado más lujoso del momento, con capacidad para 48 pasajeros.
El proyecto no es original de Four Seasons, sino de la agencia francesa Safrans du Monde (Azafranes del Mundo), presidida por el francés Guy Bigiaoui. La noticia publicada por el Wall Street Journal forma parte a buen seguro de la estrategia de relaciones públicas para dar a conocer el proyecto, pero detrás hay una tendencia clara muy rentable.
El dueño del periódico, Jeff 'Amazon' Bezos, se está haciendo, a su manera, un YOLO. Ordenó construir un barco, el Koru, de 127 metros de eslora, y ha puesto de mascarón de proa la efigie de MacKenzie Scott. Es el rey del Mediterráneo esta temporada. La rueda del timón es tan grande como la altura del empresario.
¿Experiencia YOLO o ver quién tiene la eslora más grande? Responder a la pregunta le ha constado a Bezos 500 millones de euros, peccata minuta para los 130.000 millones de su patrimonio. Necesita cuarenta personas para manejar el velero y hace poco estuvo invitado Bill Gates con su nueva novia para jugar al pickleball, el deporte de raqueta de moda en Estados Unidos que combina tenis, bádminton y ping-pong. Para mí, jugar al pickleball en el yate de Bezos sí es una experiencia YOLO, pero que juzgue el lector.
Dar la vuelta al mundo en el avión del Four Seasons tiene un ticket de entrada de 70.000 dólares, aunque hay paquetes más baratos y también más caros. La Antártida y el Machu Picchu arrancan en 205.000 dólares.
De esto sabe mucho el New York Times, que hace tiempo que gestiona viajes para sus lectores y suscriptores con un modelo que fue incorporado en España por El País: viajes editorializados por especialistas que a menudo son los guías del grupo para viajeros "intelectualmente" curiosos. No es muy YOLO, esto. Se trata más bien de una nueva línea de negocio con la que complementar los riesgos del plan de negocio.
Sobre la nueva etiqueta de viaje experiencial planea la duda de su sostenibilidad. No hay una experiencia más única que ir a contracorriente. Garantizo que en Ibiza puede uno bañarse solo (repito, solo) en alguna de las espectaculares playas del norte, en pleno agosto, con madrugar un poquito.
Y eso sí es una experiencia YOLO, y gratuita. Yo la bautizaría "Yo Lo (disfruto)".
Lo contrario son las bochornosas colas para subir al Everest, que avergüenzan a medio planeta y ridiculizan a los candidatos, para lucro de serpas y del gobierno nepalí.
El Journal cuenta el testimonio de un empresario afincado en Málaga que presume de haber tomado champán en la reserva natural desértica de Wadi Rum en Jordania, "en medio de la nada". Si el refrán "allá donde fueres haz lo que vieres" mantiene su vigencia, la experiencia puede que ofenda a muchos, porque hay un millón de lugares más sostenibles donde degustar un champán. ¿Qué pensaría el viejo Passepartout de los viajeros que rompen la hucha porque sólo se vive una vez?
Leamos a Julio Verne y sigamos engordando el cerdito.