El problema no es la lengua. Es lo mucho que la usa el PSOE y lo mal que se desdice después.
Lo mucho que cansa al músculo, y al ciudadano que sólo quiere que lo dejen en paz, oficial y cooficialmente. "Pegar la hebra", que decía Miguel Delibes, es a lo que se dedica el presidente desde que llegó a la Moncloa. A cualquier cosa con tal de no tener que meter las manos en harina. Pedro parece un columnista de los de antes, de aquellos a los que pagaban por palabras.
Por eso lo que sostiene el PIB patrio no son los autónomos, ni Telefónica, ni siquiera el Real Madrid. Mucho menos la Cultura, sino las palabras. Somos un paraíso fiscal de palabras.
España se ha convertido en ese lugar en el que todo personaje sin oficio viene a invertir su imagen, su honra y sobre todo su palabra para luego esperar que dé beneficios. Especulan en España diciendo una cosa y su contraria.
No habrá amnistía, para tres meses después decir que la amnistía es necesaria para que España no se deshaga. De la misma manera que no iba a dormir tranquilo Pedro Sánchez si Podemos llegaba a la Moncloa, y durmió. Si Pablo Iglesias se sentaba en el CNI, y se sentó.
Lo mismo que cuando dijo que no pactaría con los herederos de ETA. Y ahí está Bildu decidiendo un gobierno, exigiendo más que el PNV. España es ese país en el que los que más tienen, que son los nacionalistas, más obtienen y menos pagan, como en Suiza o en Andorra.
Lo del PSOE, desde hace tiempo, es hablar por hablar para después retractarse sobre todo lo que ha dicho. Lo único que lo mantiene políticamente vivo es esa altivez que se autoconcede la izquierda por ser de izquierdas, aunque sean más ultraderecha que Sabino Arana.
Habla más de la cuenta el PSOE en cada campaña. Larga más de lo esperable cada vez que le ponen un micrófono delante porque el partido socialista ya no lo forman un porrón de militantes, sino muchos cuerpos y una sola voz.
[Editorial: El Congreso políglota, una medida teatral y reaccionaria]
Pedro dice que no habrá amnistía y se desdice después. Igual que cada uno de los opinadores que tiene repartidos a sueldo por las televisiones. Porque en España hablar sin saber es patrimonio de Estado.
Pedro es lo que queda de aquella estirpe de toreros y futbolistas que presumían de no haber leído un libro en su vida. Ahora son los políticos los que demuestran que no han leído un solo volumen jamás, incluso habiéndolos "escrito", como Ana Rosa. Pedirles que hubiesen leído la Constitución, el Código Civil o el Penal parece demasiado pedir.
Y frente a los que hablan mucho, también están los que no dicen nada. Como el martes en el Congreso, cuando se perpetró la mayor atrocidad que ha visto España desde la primera mitad del siglo XX, que es levantar trincheras donde no las había. Como ocurrió en Europa primero.
Ocurrió también en la casa donde nos entendíamos todos los españoles en condiciones de igualdad. El último reducto donde no era más un catalán que un castellano, aunque sus votos valiesen el doble o el triple (o lo que le hiciese falta a Sánchez para gobernar). Debe de ser que el PP se quedó sin voz.