En Barcelona todavía se puede contemplar y admirar (no sabemos hasta cuándo, a la espera de una nueva ola iconoclasta) el magnífico monumento dedicado a Cristóbal Colón que, al final de La Rambla, figura allí como antesala al puerto de la ciudad. Ahora que en muchas ciudades americanas se han derribando estatuas del Almirante quizás convenga hacer un pequeño balance de sus logros, a modo de reivindicación, y que tienen que ver con ese perfil, con la mano alzada señalando el camino (náutico), y que la estatutaria ha destacado como lugar común asociado al Almirante.
Con su muerte en prisión en Valladolid en 1506, la acción náutica y política de Colón (del malogrado Cristóbal Colón) requería de una explicación bibliográfica que justificase su importante papel en la historia de los descubrimientos. Pero esta no pudo venir hasta resolverse los llamados pleitos colombinos, con la sentencia de Dueñas, el 27 de agosto de 1534, casi treinta años después de la muerte del Almirante, que ponían en entredicho el prestigio de su figura, muy maltrecho, sobre todo, por su discutida acción de gobierno. Así, La historia del Almirante, elaborada entre 1536 y 1539, es, en buena medida, un documento apologético, con mucho de hagiográfico, que Fernando Colón, hijo pequeño de Cristóbal, escribe en defensa de la labor de su padre frente a sus detractores.
En este sentido, el acopio de libros y la posterior formación de la Biblioteca Colombina, iniciada por el propio Fernando Colón (y convertida en la biblioteca privada más vasta de la época), está en continuidad, o tiene mucha relación, con el trabajo náutico de su padre, tratando de justificar su importante papel, ya que no como gobernador (más difícil de salvar), sí como cosmógrafo y descubridor.
Y es que es en los libros, en los mapas, en los tratados de cosmografía en donde se produce realmente el "descubrimiento". Es en la cartografía del mapa mundi, desde una concepción total del orbe terrestre y su haz de vínculos geométricos entre sus distintas partes, por obra del cálculo matemático, en donde se puede situar y "ver" América (en este sentido está más cerca de ser "inventada", por decirlo con Pérez de Oliva, que de ser "descubierta").
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Ahora bien, es sabido que la posteridad no ha reconocido en Colón el mérito del descubrimiento, si con el nombre va el objeto, sino que el reconocimiento ha recaído en Américo Vespucio, siendo en la carta universal de 1507, de Martin Waldseemüller (publicada un año después de la muerte del Almirante), en donde, por primera vez, aparece innominada como América la masa continental interpuesta entre Asia y Europa. De este modo, serán los retratos de Ptolomeo y de Vespucio, representativos del Antiguo y Nuevo Mundo, los que presidan el mapa mundi de Waldseemüller, no figurando en ningún lugar el retrato de Colón, como si con él no fuera la cosa.
Y es que Colón, es cierto, no alcanzó a fijar ni a reconocer la masa continental americana en el mapa, creyéndola prolongación del continente asiático. ¿En qué consistió, pues, la labor colombina, y en dónde está su mérito, ya que no "descubrió" América propiamente dicho?
Pues bien, creemos que la relevancia de la acción náutica de Colón está en la apertura, por primera vez, de una ruta occidental hacia Asia ("navegar hacia el Poniente para llegar al Levante"), a partir de la concepción esférica del orbe, contemplando Colón, incluso, el proyecto de realizar una primera circunnavegación antes de que esta se llegase a cumplir con Elcano ("primus circundediste me").
América, en este sentido, va a ser más bien un obstáculo inesperado, nunca un fin, para el plan colombino de llegar a Asia por la ruta del poniente (en concreto a las ciudades chinas de Zaitún y Quinsay, que Colón las creía cercanas, y de las que tenía noticias por Marco Polo). Un plan, en cualquier caso, que no se llegará a consumar, realmente, hasta que Magallanes no localice el estrecho que lleva hoy su nombre, y que le permitió, una vez embocado, sortear, por fin, el obstáculo continental americano.
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Ahora bien, a pesar del fracaso de Colón en su objetivo asiático (América paradójicamente, insisto, representa un fracaso para el plan colombino), el Almirante sí logrará, y este es su mérito indiscutible, inaugurar la exploración oceánica, penetrando por primera vez en el Atlántico, y produciéndose el desbordamiento del ámbito mediterráneo. Un ámbito que había permanecido cerrado para la navegación durante siglos bajo el sello de la antigua divisa, inventada al parecer por Píndaro, del non plus ultra.
Colón, y aquí está su mérito exclusivo, consigue, por primera vez, ir más allá (plus ultra) de ese confinamiento mediterráneo, ofreciendo una salida oceánica, navegando hacia el Occidente ("ir al Levante por el Poniente"), como solución atlántica al problema del cerco turco sobre el Mediterráneo, producido tras la caída de Constantinopla en 1453. Una carrera (la carrera de Indias) que fija una ruta de ida y vuelta (no bastaba con ir solamente, sino que había que fijar la ruta de vuelta en el mapa, en la geometría esférica), y que inaugurará una nueva edad histórica, la Edad Moderna, marcada sobre todo por esta apertura de los Océanos a la expedición náutica.
Colón, en este sentido, señaló sin duda el camino, convirtiéndose en una figura decisiva al ser el primero en hacerlo. Con él, con su acción náutica, termina el Mundo antiguo y comienza el Mundo moderno.