En estas fechas, proliferan análisis de prospectiva sopesando posibles escenarios para el año que viene. Yo optaré aquí por un ejercicio algo diferente, más bien propositivo.

Les quiero plantear qué escenarios en algunas cuestiones medulares para 2024 y los años que seguirán, serían deseables para el interés general, especialmente europeo y democrático. Algunos son entre algo y poco probables, pero todos más deseables para el bien común y nuestro futuro. Conforman una pequeña lista de deseos.

Nikki Haley, contrincante republicana de Donald Trump.

Nikki Haley, contrincante republicana de Donald Trump. CJ Gunther EFE

El Congreso de los Estados Unidos, tras un acuerdo bipartidista sobre la frontera sur, aprueba entre enero y febrero el paquete que incluye ayuda militar vital para Ucrania. Superaría así el veto de una minoría extremista que quiere abandonar a los ucranianos a merced del Kremlin, y hundir a Joe Biden y la credibilidad que le quede a Estados Unidos.

Eso sería un revés para un Putin hoy exultante y que tiene ambiciones más allá de Ucrania.

Ese paquete, unido a otros de países europeos y no europeos [cada vez más interesante el papel de Corea del Sur o Japón: tienen las ideas claras], junto a su propia producción, le permitiría a Ucrania dotarse de medios para enfrentarse a las ofensivas rusas en marcha y las que vendrán, impidiendo que los avances rusos sean más peligrosos.

También, defenderse de ataques terroristas rusos contra sus ciudades, como el de este mismo viernes.

Ucrania podría regenerar sus fuerzas tras las pérdidas de estos dos años y prepararse para 2025, a la vez que dispone de más oportunidades también en 2024. Los golpes navideños a la aviación y la flota rusas son un aperitivo de lo que podría llegar si todos hacemos los deberes.

Que los europeos hagan los deberes implica que aumenten por fin su producción industrial militar a la altura de la urgencia de la amenaza existencial que supone una Rusia putinista en rearme y enloquecida.

Europa alcanza el millón de proyectiles de munición 155 mm previsto por la UE para Ucrania y salen adelante otras iniciativas, aumentando los envíos europeos, que hoy son casi ridículos comparados con los de Corea del Sur (vía Estados Unidos).

Al ayudar a Ucrania, nos ayudamos a nosotros ante lo que podría venir. Es interés de seguridad nacional y europeo.

La Unión Europea, vía plan A en el Consejo del 1 de febrero o plan B (sin Hungría), aprueba el paquete de apoyo financiero multianual para Ucrania. Otro mensaje de disuasión, junto con el militar, para Moscú, que ve medidas decisivas contra su evasión de sanciones y del límite al precio del petróleo, generándole más problemas para fabricar misiles y otros materiales militares clave.

Rusia ve cómo el G7 y la UE aprueban un plan serio para confiscar legalmente sus activos bancarios congelados y usar los ingresos que generan para sostener el apoyo militar a Ucrania y su reconstrucción. A Putin y su círculo se les abren nuevas causas por crímenes de guerra, contra la humanidad y, quizá, de incitación al genocidio, a la vez que se crea un tribunal internacional que juzgará su agresión.

Todo ello refuerza el principio básico, hoy en declive, de que el que la hace la paga, tan necesario en esta era de impunidad.

Los europeos votan mayoritariamente a opciones sensatas de izquierda, centro y derecha, y el colapso iliberal y autoritario que ansían Orbán y otros no se produce.

Una masa crítica de Estados miembros toman medidas para aislar al húngaro, limitando su margen de veto y convirtiendo su presidencia rotatoria del Consejo de la UE, el segundo semestre de 2024, en una anécdota.

El próximo liderazgo de la UE se toma aún más en serio la necesidad de proteger y fortalecer Europa en un mundo hostil, manteniendo viva su ampliación y su reforma en aspectos clave. Por ejemplo, adoptando más decisiones por mayoría cualificada, vieja prioridad que, con Orbán y otros, se convierte en casi sistémica para el futuro de la UE.

Nikki Haley da la sorpresa en las primarias republicanas de New Hampshire y se queda lo suficientemente cerca de Donald Trump para reforzar su candidatura. Recibe el apoyo de Chris Christie y de Ron DeSantis, que abandonan, y logra aunar a parte de la base populista y los sectores moderados que aún quedan en el Partido Republicano.

Un sobradamente confiado Trump, distraído por sus crecientes frentes legales, termina perdiendo la nominación por la mínima frente a una Haley que desafía a Biden. Las elecciones son convulsas, pero ninguno de los dos candidatos cuestiona la democracia estadounidense, que, maltrecha, sigue viva.

Un incrédulo Putin ve como su plan A falla, y Xi Jinping repiensa el suyo.

Israel da por terminada su operación militar en Gaza y los rehenes supervivientes son liberados. Netanyahu dimite, enfrentándose a una comisión de investigación sobre sus responsabilidades en los hechos del 7 de octubre de 2023.

La ayuda vuelve a Gaza con la Autoridad Palestina, a la par que Israel renueva los visados a funcionarios de Naciones Unidas, que investigan sobre el terreno posibles crímenes de guerra de Hamás y del ejército israelí.

[Iba a añadir que en 2024 vemos cómo en España avanzamos hacia grandes acuerdos de izquierda y derecha, pero esto sí que parece hoy wishful thinking].

Si se dan algunos de estos escenarios, me ahorraré en un año escribir una columna muy oscura analizando lo que vendrá en 2025.

En gran parte, está en nuestras manos. No lo duden.