El otro día alguien llevó al trabajo un libro muy viejo. Su vetustez no sólo era proclamada por el anticuado diseño de la portada. La delataba hasta el propio sello editor, Argos Vergara, extinto hace casi treinta años.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, en la primera página lucía incorrupta una pegatina del comercio en el que había sido adquirido: Galerías Preciados.
La risa se congeló al ver el copyright: diciembre de 1983. Vaya, el volumen es exactamente igual de anciano que uno mismo.
Los nacidos al final de ese mes y de ese año cumplimos cuarenta, claro. De hecho, para cuando usted tenga estas líneas ante sus ojos ya habremos traspasado esa meta volante.
El aniversario redondo de las efemérides que rodearon nuestro natalicio (la tragedia de Alcalá 20, el 12-1 a Malta) nos ha permitido, durante estos días, asomarnos a través de la prensa a la España que nos recibió. Es difícil resistirse a la tentación de decir que es una España que se fue.
La discoteca del drama estaba alojada en los bajos del Teatro Alcázar. En muchas de las fotos puede verse el cartel del espectáculo que se representaba en ese momento. Por la calle de Alcalá (Antología de la revista), protagonizado por Esperanza Roy y Paco Valladares. Sobran más apostillas.
Cuando compré las entradas, allá por febrero, no podía imaginar cuán oportuno iba a resultar sumergirme en el Palacio de los Deportes para disfrutar de un concierto de Hombres G a dos días de soplar cantidad de velas tan significativa. El leitmotiv de su gira es, precisamente, su propio cuarenta aniversario como grupo.
El comienzo del show predispone a abrumarse por el paso del tiempo. Un montaje encadena varias presentaciones de actuaciones televisivas. Carlos Herrera con Bibiana Fernández, José Antonio Abellán cuando todavía le encajaba lo de 'baby', Julia Otero, Jordi Hurtado…
Pero, sobre todo, mucho ausente. Ángel Casas, Rosa María Sardá, Jesús Hermida, Concha Velasco, Joaquín Luqui, por supuesto Manuel Summers y alguno más que, cosas de la edad, me estaré olvidando.
Ahí terminó la concesión a la nostalgia. Los Hombres G tiraron del repertorio más clásico, sí. Pero lo hicieron desde el convencimiento. Por eso las letras, llenas de cuitas juveniles, sonaron igual de creíbles que cuando sus intérpretes tenían la edad propia de estarlas viviendo en carne propia.
Summers amagaba con no referirse al sujetador cuando tocó Suéltate el pelo, pero terminó haciéndolo al filo del final de la canción (las anteriores menciones se las dejó en exclusiva al público).
Mucho nos tememos que, si han escapado de la cancelación, es porque se han ido librando del foco. Que no nos despisten las distintas reformulaciones de la masculinidad: pocas veces se ha dibujado mejor al hombre con el corazón roto que en la letra de Temblando.
Fue una noche brillante. La gira se subtitula Y seguimos empezando. Resume a la perfección el espíritu del concierto y el ánimo con el que su público salimos del recinto, que ahora ya no nos importa llamar por su nombre actual, que es WiZink Center.
Devuélveme a mi chica, la canción tantas veces mal mentada como Sufre, mamón, fue el último bis. Antes de entrar pensamos que ese honor recaería en Voy a pasármelo bien. Fue, igualmente, un momento álgido. Qué mejor lema para arrancar década espantando pensamientos funestos.
Vamos a pasárnoslo bien.