El Grupo Mixto es ahora mismo la peor discoteca de Madrid, ese after al que van a parar los que no tienen donde ir para agotar la noche o la legislatura. Los que no quieren que se les acabe la fiesta.
Agarrados fuerte a su escaño como se agarran otros a la juventud, sin saber que la han perdido y sin darse cuenta de que, en ciertos lugares, a ciertas horas, tan sólo se hace el ridículo ya.
El Grupo Mixto es Marina d’Or, aguas internacionales, tierra de nadie, el salvaje oeste. A donde lo destierran a uno, ostracismo con sueldo y escaño para que no estorbe.
Y allí me imagino a Ábalos haciendo balconing, como un inglés enardecido, desde el PSOE y cayendo a ras de bordillo en el Grupo Mixto, último charco con aforamiento. Es donde nadie sueña acabar nunca, la irrelevancia, la antesala antes de salir del hemiciclo, del Congreso y de la política para siempre.
A Podemos le ocurrió que, de una vicepresidencia en la Moncloa y cuatro ministerios, se ha quedado en los huesos del Grupo Mixto, que es pan para hoy y hambre para la próxima legislatura.
El Grupo Mixto es uno de esos barrios en los que uno no quiere entrar cuando se hace de noche: Tepito, Petare o la Cañada Real. Donde mirarse las espaldas porque, como César junto a la estatua de Pompeyo, uno se puede llevar una puñalada o veintitrés. Traidores a su palabra, escasos de votantes…
El Grupo Mixto se ha convertido en una isla de piratas, donde recalan todos los que no tienen adónde ir.
Dice Ábalos que en España no existe la presunción de inocencia, que por eso se exilia en el Grupo Mixto. Porque cuando se dan la vuelta los titulares y apuntan con mera sospecha, todo el mundo te da de lado.
Y me pregunto dónde estaba él mientras volaban la presunción de inocencia en España. ¿Dónde estaba Ábalos cuando a Mariano Rajoy le sacaron de la Moncloa sin pruebas de corrupción? ¡Haciendo de portavoz de aquella moción! ¡Vaya! ¡Ejemplar!
Adoctrinaron a la mayoría para encender la hoguera por cualquiera que les llevase la contraria, con pruebas o sin ellas, y montar con cada duda un auto de fe. Han dejado esto tiritando moralmente y ahora se queja Ábalos, ejecutor del sanchismo, de que carguen contra él aunque no le haya citado todavía un juez.
Parece que se le olvida que el ministro era él. Quien nombró a Koldo y quien se lo llevaba a todos lados como si de su niñera se tratase.
Ábalos se fue ayer al Grupo Mixto, que es Siberia (con moqueta) en el Parlamento. Almacén de diputados que nadie quiere reclamar, como los niños perdidos de Peter Pan, pero ya creciditos y sin hadas para que esta historia acabe bien.