No sé por qué el PP está tan enfadado con el posible fichaje de RTVE por Broncano. No sé por qué vota en contra tan insistentemente. Es uno de los suyos, en realidad.
Quiero decir, que las bromas de este muchacho le hacen gracia a mis amigos varones de prácticamente todos los espectros políticos, seguramente quitando a Vox, porque Broncano tiene el defectillo de llamar nazi a lo nazi, y eso, por lo que sea, a ellos a veces no les entra. Sus cosas.
El chaval se limitó a decir una vez, en una entrevista, que es "socialista, prácticamente comunista", pero he tenido que googlearlo mientras escribo esto para tenerlo claro. Broncano no es ningún activista. No hace humor político. No es Facu Díaz ni Wyoming, ni siquiera es su amigo Quequé. Tampoco se parece a Ignatius, que es de corte más anarcoide.
Hay muchos artistas, escritores o personajes de la cultura española que crean mejor contra el Gobierno. Lo honorable sería que fuese contra cualquier Gobierno, como hacen los sexys francotiradores dialécticos, pero coincide que es contra el del PP cuando se ponen más bravos, más vitriólicos y divertidos, cuando lucen verdadero pensamiento lateral para ejercer la crítica.
Pero, ah, dios: cuando son los simpáticos socialistas los que entran en el poder... qué barbecho, qué disfunción eréctil. Qué tedio. Razonan mal, se vuelven lentos, torpes y obedientes. Nadie está más feo nunca que cuando se hace el manso. Esto es un hecho.
Dice Juan Mayorga en La colección, su última obra en La Abadía, protagonizada por José Sacristán, que pelear es pensar. Yo estoy de acuerdo.
No creo que sea el caso de Broncano. Su éxito tira con el Gobierno del signo que sea. Lo sabe cualquiera que le haya escuchado el tiempo suficiente: Broncano es inofensivo ideológicamente, y hará bien en seguir siéndolo si al final le ficha RTVE. Cualquier exceso ahora resultaría sonrojante.
No me preocupa. Confío en su elegancia. La verdad es que no parece un tipo dado a las genuflexiones. Lo ideal, cuando usas un cúter sardónico para analizar la vida, y cuando el cúter se convierte en tu garfio y en tu arma de prestigio profesional, es que esté tan afilado que tú mismo puedas rajarte la cara si te pasas de dócil o de apesebrado. Esa es la dignidad intelectual. La autolesión cómica si te ves flojito, connivente, asombrosamente sucio de amigos diputados. Yo creo que su ganzúa le salvará.
Broncano no le hace daño a nadie con sus chanzas a media asta, y desde luego, no a lo que hoy se conoce como derecha o izquierda institucional. De entrada, a La Resistencia han ido todo tipo de personalidades. Y, es más, aunque se llame a sí mismo sociata, suele cachondearse suavito, entre líneas, de la izquierda posmoderna: en fin, de sus tonterías. De su piel no ya fina, sino translúcida. De sus palabrejas, de sus histrionismos. De sus ecoansiedades. Esto supura así, se huele así, se intuye así, y a la derechita le mola. Es como estar en casa.
A la izquierda que le sigue tampoco termina de molestarle mucho, porque es la izquierda llana, clásica, sin muchos remilgos. La del hombre hetero y obrero, la de La trampa de la diversidad.
Además, Broncano, por sí mismo, no cumple el estereotipo zurdo que muchos desearían, como explicó aquí mi amigo Jorge Raya. El tío va a lo suyo. No regaña a nadie, no te enseña a vivir. No es tan chapas como para no vestir con traje o para negarle un contrato a Movistar+ en pos de no sé qué pureza. Será que es de la izquierda a la que le gusta comer. Tiene esa cosa, esa tarita.
Parece un tipo feliz, tranquilo, y sale con mujeres más guapas que él, que es a lo que todos deberíamos aspirar si nos caemos bien a nosotros mismos.
Su patetismo ilustrado le ha llevado muy lejos. Es más listo que un ratón, y ese balbuceo inocentón tan suyo, acompañado de su goteante "pero, hombre...", le sienta genial: así su CI no intimida a nadie, así no resulta pedante ni violento. Tiene un don, y es que se ríe de quien tiene al lado sin que el interlocutor se suela dar cuenta, y, además, consigue que el público capte la panorámica y se sonría con maldad. La grada se siente misteriosamente afín a él, aunque a menudo se parezca más al entrevistado.
Bien. Pero de ahí a que el garante de la derecha mediática sea Pablo Motos (que no puede parecerme más siniestro) y su némesis vaya a ser Broncano... hay más de dos cafés, ¿no?
Al final son sólo dos tíos haciéndose los pizpiretos. La única diferencia es que las chanzas de Motos se parecen más a las de mi tío José Luis, son más Leonardo Dantés, son más cuñadescas.
El humor de Broncano es el que le gusta a mis colegas tíos, el que les incluye, el que les abraza. ¿Por qué? En fin, podríamos dedicar ensayos enteros a esto. Basta con analizar las dos famosas preguntas que les hace a sus invitados: "¿Cuánto has follado este mes? ¿Cuánto dinero tienes en el banco?"...
Creo que se responde solo. Angelicos. Les queremos así: al peso.