Uno se toma un respiro cuando termina un trabajo bien hecho, después de un esfuerzo descomunal, de salvar (como mínimo) la civilización. Se detiene, coge aire y ya está, no se va cinco días de vacaciones como Pedro Sánchez y dejando una nota en el frigorífico desangelado, que son los periódicos, como disculpa para que la encuentre el primero que pase por allí. "No es por ti, es por mí".
Uno se toma un respiro cuando lleva cuatro años de legislatura, una nómina incuestionable de aciertos y consensos, y no con una administración varada desde las elecciones del pasado julio.
Y, sobre todo, uno se toma un respiro cuando es cualquier persona en el mundo, incluso Amancio Ortega, salvo si eres el presidente del país. Entonces no hay respiro que valga, porque no está en el contrato y sobre todo en la conciencia.
Uno se toma un respiro y se va a un hotel de esos de la costa, lleno de alemanes que buscan sol y paella desde las nueve de la mañana, porque de los respiros conviene salir convencido de que es mejor no tomarlos.
O en mitad del verano, cuando se ha bebido tanta cerveza que da miedo acordarse de que se tiene un hígado. Cuando se ha puesto el punto final tras la última palabra y aquello se parece a una genialidad. Entonces sí.
Un respiro se toma antes de continuar y Pedro Sánchez hace tiempo que no quiere seguir gobernando. Lo que necesita es encontrar una salida honrosa (en la que respirar de verdad) en Europa o en las Indias Orientales.
Donde sea, pero lejos de todos los escándalos que cada vez estrechan más el cerco sobre él y los suyos, hasta morderle los tobillos a su mujer.
Lo feo es que de España uno no se coge vacaciones, como hizo Fernando VII. Un presidente de Gobierno desatendiendo sus funciones es más peligroso que el Ejército Imperial francés de paseo por la península.
Uno se puede tomar un respiro si se es Velarde o Daoiz, pero Pedro no. Él se ha ido de vacaciones porque los españoles le tienen quemado. Negro de tanto exigirle transparencia, que rinda cuentas, que cumpla con su palabra, que no cambie de opinión.
El presidente necesita un respiro porque así no hay Dios que pueda descansar. Sánchez necesita un respiro de sí mismo para poder respirar.
Pero como dijo mi amigo Mario cuando se enteró: "¡Probemos! Podemos estar sin presidente unos años y que resulten los mejores de los últimos cien".
Mario es un sabio; quizá tenga razón.