Pedro Sánchez le ha hecho un gran regalo al Partido Popular. La pataleta narcisista del presidente coloca al PP como el único capaz de liderar un movimiento transversal de iniciativa democrática y constitucionalista.
Frente a la agenda autocrática del PSOE, el PP tiene la oportunidad ahora de asumir algo más que el liderazgo de la oposición y abanderar la verdadera regeneración que necesita España.
Al desvelar todas sus cartas y debilidades de esta manera, Sánchez le ha dejado el tablero preparado para que Alberto Núñez Feijóo coja posiciones y arrase. Eso es, claro, si Feijóo quiere. Ojalá quiera.
"No es nuestro estilo", dijo Feijóo cuando se planteó la posibilidad de llamar a declarar a Begoña Gómez.
"No voy a plantear una moción de censura", dijo de nuevo el líder del PP cuando Sánchez anunció que ya nos había sacado del rincón de pensar al que necesitábamos ser sometidos durante cinco días y volvía a honrarnos con su presencia.
Al descartar la moción, Feijóo priorizó el no hacer perder el tiempo y el dinero de los ciudadanos por encima de los golpes de efecto (sí, Vox, esto va por ti).
Está muy bien. Siempre a favor de la figura del "moderadito" y del "tibio" que otros desprecian. Cuando se ha envenenado tanto el juego, resistirse a formar parte de algunas de sus dinámicas también es una posición política legítima.
Pero no suficiente. Es hora de que el PP asuma que no basta con declararse contrario a Sánchez y con dejar claro cuál no es tu estilo.
Feijóo debe creerse sus propios éxitos. Su partido ganó en las municipales, en las autonómicas, en las generales y en Galicia, cumplió en el País Vasco y veremos en Cataluña. Esas victorias le legitiman para coger el toro por los cuernos y sacudirse de encima los complejos que le quieren imponer desde fuera.
Objetivamente, el PP ha sido capaz de liderar la movilización en la calle contra la amnistía, de alzar la voz en Europa y ha dado voz política al resurgimiento social del constitucionalismo.
Ahora mismo el Partido Popular se defiende siempre acosado entre dos espadas, la del PSOE y la de Vox.
De un lado, lo encajan en el bloque de la ultraderecha a la que temer; del otro, lo tildan de colaboracionista con el socialismo. De un lado, le dicen: "o el fascismo o Sánchez". Del otro, le dicen: "o Sánchez o España". Y España son ellos y solo ellos, claro.
Al Partido Popular le toca poner una nueva propuesta sobre la mesa, pero no como un camino a la Moncloa, sino como un camino para salvaguardar la democracia. Feijóo ya no debe conformarse con representar unas siglas, sino aspirar a abanderar un movimiento transversal inédito desde 1978.
La buena noticia es que hay mucha gente esperando esa nueva opción como agua de mayo. Las "jugadas maestras" de Sánchez dejan huérfana de opción política a cada vez más gente que está desesperada por un mínimo de sentido común y decencia en el espacio público.
La buena noticia también es que los ciudadanos están hartos de mesías, machotes y de putosamos. Y menos mal, porque Feijóo no es ninguna de estas cosas.
Y mejor noticia todavía es que tiene un punto de partida muy sencillo: una estética institucional muy básica. Así de primeras, basta con saludar al jefe del Estado con las manos fuera de los bolsillos, recordar que el presidente del Gobierno es nuestro empleado y no al revés, y tratar a los ciudadanos como adultos y no ser cursi. Muy importante este último punto, porque no hay nada más insufrible que un autócrata con aspiraciones líricas.
Pero, además, Feijóo tiene que ser audaz. Cuando el listón está tan bajo, no basta con rebasarlo. Existe el deber moral de volver a situar el listón en su sitio y el Partido Popular cuenta con la ventaja de que se sabe la hoja de ruta de Sánchez, por lo que también sabe dónde tiene que reforzar las posiciones.
Corona, Justicia y prensa. No hay pérdida. Sánchez va directo a por estos tres objetivos.
Ya no basta con decir "no soy Sánchez", "no defiendo lo mismo que Sánchez" o "no van a conseguir su propósito". Toca detallar, con anotaciones a pie de página si es necesario, que vas a hacer para que no consigan su propósito.
Ya no estamos discutiendo ideologías, ni siquiera proyectos políticos. Estamos hablando de la supervivencia del orden constitucional frente a un sistema autocrático confederal en el que se diluya la soberanía nacional.
Y la elegancia, por favor, recuperemos la elegancia.
La verdadera regeneración está en manos del Partido Popular y tiene la obligación, como partido que pidió la confianza de tantos ciudadanos, de estar a la altura de ese reto que se le impone.
Feijóo, aprovecha este regalo.