Leo el editorial de EL ESPAÑOL Junqueras quiere ser como Felipe, pero ERC no es el PSOE. El editorial compara a Oriol Junqueras con Felipe González (y a Alfonso Guerra).
Ambos, por razones ideológicas, decidieron apartarse de la dirección del PSOE. Felipe había pedido eliminar el marxismo en el XVIII congreso del partido, pero no lo consiguió. Seguro que fue un consejo del canciller alemán Billy Brandt, que fue su mentor.
En el siguiente congreso socialista, Felipe González volvió triunfando y consiguió convertir el PSOE en un partido socialdemócrata.
Este itinerario lo compara el editorial de EL ESPAÑOL con el que quiere hacer Junqueras y concluye que son "situaciones distintas y distantes" (frase de Calvo Sotelo cuando comparó el problema de las Malvinas y de Gibraltar).
Independientemente de las razones que da el editorial de este viernes, con las que estoy de acuerdo, quiero aportar un detalle a la intrahistoria de nuestro país sobre el estilo político de aquellos tiempos. Una anécdota de la que fui testigo único y cuyos protagonistas ya no pueden ni corroborar ni desmentir.
Yo era en ese momento el secretario general de la UCD de Valencia y diputado al Congreso. La UCD aglutinaba al PPRVA (Partido Popular Regional Valenciano Autonomista) que había encabezado Emilio Attard, los liberales de Garrigues, con Joaquín Muñoz Peirats, los democristianos de la UDPV de Vicente Ruiz Monrabal…
Entre los miembros de ese núcleo centrista estaba el vicepresidente del Gobierno, Fernando Abril Martorell, cabeza de lista al Congreso.
Yo estaba un día en mi despacho, situado en una zona al lado del río Turia, hoy una vía de solaz para los valencianos. No había móviles en aquellos tiempos.
Fernando, que estaba en Valencia en actos de partido, entró con cara seria. Me pidió el teléfono de mi mesa. Marco un número y dijo: "Adolfo".
Me imaginé que era el entonces presidente.
En ese momento hice ademán de salir del despacho. Me parecía lo discreto. Fernando me indicó que no hacía falta que me saliera.
No recuerdo los términos exactos de la conversación telefónica. Pero puedo resumirlos en lo siguiente.
"Adolfo, creo que es necesario ayudar a Felipe y Alfonso con la televisión. No podemos quedarnos sin una oposición razonable y con posibilidades de alternancia en el gobierno. Hemos de consolidar la democracia".
No oí la respuesta desde el otro lado de la línea telefónica. Me la puedo imaginar. Ustedes, lectores, también. Tampoco sé las maniobras que el gobierno centrista hizo, ni si se llevó a cabo un plan tras la llamada.
Lo que sé es lo que he contado. Pasado el tiempo, no debería quedar oculto. Porque indica el pensamiento y la forma de actuar de quienes pilotaron la Transición. Una época que hoy se está cuestionando.
Era una manera de entender la política. Quizás obligada por una visión compartida y unas circunstancias determinadas.
Ahora, PSC y ERC no comparten visión y las circunstancias son distintas. El PSC no es la UCD de 1978/83. ERC no sabe si construir su renovación contra Junts o contra el PSC. Ese es su dilema.
Si Salvador Illa llega a la presidencia de la Generalitat, será con el apoyo de ERC. Tanto si está en el Gobierno como si es desde la oposición.
ERC debe optar por ser una parte de un futuro que deje atrás caminos imposibles como el procés o, por el contrario, adentrarse en el laberinto independentista.
Si ERC decide lo último, habrá nuevas elecciones. Algo que le conviene a Carles Puigdemont porque le da prórroga en el partido contra ERC, contra Salvador Illa y contra Pedro Sánchez. Otrora aliados y hoy enfrentados.
La TVE de aquellos tiempos era la única y su influencia decisiva. ¿Si Illa llega a presidir la Generalitat pilotaría TV3? También tendría influencia en TVE mientras continúe la actual composición política. Pero ya no es lo mismo. Las redes sociales y los otros medios cuentan más que entonces.
En todo caso, en manos del PSC y de ERC está el futuro de Cataluña. Como lo estuvo el de España en las de UCD y el PSOE. Felipe González alejó el fantasma del marxismo.
¿Podrá hacer lo mismo ERC con el procés?