Muchos analistas están especulando sobre la posibilidad de que la condena del aspirante presidencial republicano Donald Trump por falsificación de documentos de sus empresas para encubrir un escándalo sexual le lleve a perder las elecciones del 5 de noviembre. Yo no estoy tan seguro.
Después de haber observado la trayectoria de muchos demagogos populistas como Trump en América Latina, he visto esta película varias veces. Y suele tener un final feliz para los villanos.
Apenas fue declarado culpable de los 34 cargos criminales en el juicio en Nueva York, Trump acusó al sistema de justicia de Estados Unidos de estar conjurado contra él. Dijo que "esto ha sido una vergüenza" y que "soy un hombre muy inocente. Estoy luchando por nuestro país, estoy luchando por nuestra Constitución".
Mientras lo escuchaba, no pude evitar establecer paralelismos con una larga lista de populistas latinoamericanos que jugaron el mismo juego de victimización tras ser condenados por varios delitos, y que salieron elegidos años después.
El difunto hombre fuerte de Venezuela, Hugo Chávez, fue condenado por dar un golpe de Estado en 1992, indultado dos años después y fue elegido presidente en 1998. Gran parte de la estrategia de campaña de Chávez fue presentarse como una víctima de un sistema supuestamente corrupto.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el líder colombiano Gustavo Petro, la expresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y varios otros populistas también han jugado la carta de la victimización después de ser declarados culpables, o inhabilitados para postularse para la presidencia. Y en muchos casos resultaron reelegidos sin mayores problemas.
Lula fue condenado en 2017 por cargos de corrupción y lavado de dinero cometidos durante su gobierno de 2003 a 2010, y sentenciado a 26 años de prisión. Pasó 580 días en la cárcel, hasta que un tribunal anuló su sentencia en 2021. Un año después, ganó las elecciones presidenciales de Brasil.
Fernández de Kirchner de Argentina y Correa de Ecuador afirman ser víctimas de lawfare, un término que usan tramposamente para referirse a una supuesta conspiración de las elites y el poder judicial para perseguir a los defensores del pueblo.
Trump, que enfrenta otros tres procesos penales, incluido uno por intentar subvertir el resultado de las elecciones de 2020, atacó no solo al sistema de justicia estadounidense, sino al juez, al que acusó sin pruebas de ser "corrupto", e incluso al jurado.
Pero no me apresuraría a vaticinar una derrota electoral de Trump, entre otras cosas porque tiene un control férreo sobre el Partido Republicano y el apoyo de poderosos medios de derecha.
La presentadora de Fox News Jeanine Pirro dijo poco después del veredicto que la justicia había actuado "para tumbar a un candidato a presidente". Su compañero presentador de Fox News Sean Hannity dijo que el veredicto Trump fue "una condena sin delito".
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Es como si los estadounidenses hubieran olvidado que Fox News tuvo que pagar 787 millones de dólares en un juicio por afirmar falsamente que las elecciones de 2020 habían sido manipuladas. Los documentos judiciales mostraron que los ejecutivos y presentadores de la cadena sabían perfectamente que el presidente Biden había ganado, pero la cadena habría mentido para no perder su audiencia trumpista.
Ya antes de sus últimos ataques al poder judicial, Trump había defendido como "patriotas" y "rehenes" a sus seguidores que fueron arrestados en el violento ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021, que resultó en cinco muertes.
Y Trump sigue negando haber perdido las elecciones de 2020 a pesar de que 60 tribunales rechazaron los argumentos de sus abogados, e incluso la Corte Suprema, de mayoría conservadora, los consideró infundados.
Es cierto que los populistas latinoamericanos como Chávez o Lula ganaron elecciones sólo después de que fueron indultados, o de que sus sentencias fueron revocadas.
Aun así, vale la pena resaltar las similitudes entre la condena penal a Trump y la historia reciente de varios populistas latinoamericanos.
En casi todos los casos, se presentan como supuestas víctimas de élites siniestras, atacan las instituciones democráticas como el poder judicial, califican de "enemigos del pueblo" a los periodistas incómodos, y no respetan los resultados de las elecciones que pierden. Y a lo largo del camino, acaparan grandes titulares, y muchas veces terminan ganando elecciones.