Últimamente el rugby aparece bastante en mis conversaciones privadas. También en situaciones insólitas. Entre cócteles, por ejemplo.
Ni mis amigos gais ni mis amigas conocen una sola regla de ese deporte. ¿Qué más les da? Conocen las reglas del deseo. La espalda por estrenar, brillante de sudor, dejando mover los surcos del músculo como una enorme mariposa tigre. O la camiseta arremangada apretando el brazo. O la mirada rápida de animal en tierra. O la posibilidad de juego, que es siempre mucho más estimulante que la posibilidad de victoria.
Tú ves a los muchachos saltar entre sí como cachorros, o luchar un balón que a saber cómo se llama, o bailar en los vestuarios llenos de salud y de cachondeo y de esperanza, con todo a punto de caramelo, con la vida rabiando en las palmas de las manos, y te sientes pacificada y cómoda con el orden del mundo.
O, dicho de otro modo, al estilo de mi amigo Curro: "¿Tú has visto esos chulazos? Hija mía, qué se nos figurará".
Por eso se ha hecho viral la selección española de rugby, por eso vienen mis colegas a enseñarme sus tiktoks con hambre estival. Porque el community es más listo que un ratón y, dando por perdida la causa de que ese deporte le interese a alguien en este país, ha ido a tocarnos las teclas de lo que seguro que nos interesa. La juventud. La belleza. La alegría. La distensión. Un buen baile de La Macarena a tiempo (contra el dolor, contra la mediocridad, contra el tedio) como ese de Manu Moreno que arrancó el petardazo viral.
@ferugby OS ESPERAMOS EN MADRID SVNS 👋🏻🦁 @Manumoreno #fyp #deportesentiktok #rugbysevens #rugby ♬ sonido original - España Rugby
Nos gusta mirarles como nos gusta mirar a las cosas que son bellas sin saberlo, espontáneamente.
Se divierten, se llevan bien, y son exigentes y disciplinados sin resultar agrios o militares, que es una cosa que despierta mucha simpatía. Aman lo que hacen y eso también les hace guapos. Pero no seamos cínicos ni cursis. El amor al oficio no hace milagros. No estos milagros, al menos, no de esta calidad.
Estos chavales son mejores que cualquier modelo, sobre todo, porque no intentan ser hermosos ni tienen nada que demostrar (no más que su excelencia deportiva, que ya lo es todo), y no resultan robóticos ni tramposos ni hechos de plástico o de ego, como la mayoría de cuerpos que pueblan nuestras revistas.
Su TikTok ha roto las estadísticas. Ahora son unos rockstars. Les llueven las ofertas. Es descacharrante esta campaña viral sin ningún precedente comparable en el mundo del deporte.
Pero sería mentecato, ventajista y autocomplaciente no revisar este fenómeno con luz crítica, con la misma justicia con la que trataríamos un caso idéntico en el que las deseadas fueran mujeres.
¿Estamos cosificando a los muchachos del rugby? ¿Les estamos sexualizando? ¿Por qué la chanza erótica, si es con ellos, parece que está bien, que es legítima, que es divertida y salubre, incluso?
¿Tiene sentido que hagamos con estos varones algo que no nos gustaría que se hiciese con nosotras?
La respuesta corta es que es lo mismo, que está igual de mal. Cualquier lisonja, si se alarga demasiado, segrega baba y genera rechazo. El problema, como en casi todo, es la repetición. No hay nada de malo en reconocer puntualmente la belleza o el atractivo de un hombre o mujer que, además, trabaja de cara al público y vincula directamente su oficio con su cuerpo (como el caso de los deportistas, o, en el caso femenino, el de las actrices: pienso en Sydney Sweeney y en su via crucis de tetas grandes).
Lo desagradable es la insistencia, la formación de un arquetipo atontado y goloso que no les permita escapar de ahí, de la cárcel de su propia carne.
Me llamó la atención una intervención en videollamada de Manu Moreno en El Intermedio acerca de este tema. Estaba serio. Marcaba distancia. Las bromas de Dani Mateo y los colaboradores (las colaboradoras, sobre todo) iban en esa misma línea de sexualización, que fue abortada cuando entendieron que el chaval no estaba para tonterías.
Era impactante ver el programa, tan fresquito y biempensante, y asumir que en 2024 ya es del todo improbable que ese mismo tono sensualoide se use en público hacia una mujer.
El jugador quiso entrar en directo para agradecer el apoyo recibido. Dijo que les iba muy bien de repente, que les llovían ofertas, y que no tenían que sentirse mal por nada porque "no enseñaban nada".
Angelito.
¡Aún cree que va de eso! Ser sexualizado no tiene nada que ver con lo que tú hagas, sino con lo que no puedes evitar que hagan contigo. Esto va de ser carne. De cañón.
@ferugby Últimas sesiones de GYM antes de 🛫 a Mónaco #rugby #fyp #deportesentiktok #rugbysevens #rugbytok #españarugby ♬ Right Round - Workout Remix 128 Bpm - Workout Music Tv
Ahora sabe Manu Moreno que el mercado va por su cuenta. El mercado hace de ti lo que quiera. Te premia (les premia) justamente porque ha tomado de ti algo que no contabas con darle, que nunca pensaste en entregar. Los chicos querían que se hablase de ellos por su deportividad, pero se habla de ellos por su cuerpo y por sus posibilidades eróticas.
Esto les hacía gracia al principio. Ahora les avergüenza un poco. Les tuerce el gesto, y con razón. La insistencia ha vuelto a ser grimosa. Es limitante. Les parodia. Cuando alguien te sexualiza, te domina a su manera y te inferioriza. Los chavales han tardado siglos en hacerse cargo de esto.
Es curioso cómo van girando las cosas, aunque sean lentas. A ningún viejo guaperas "forracarpetas" le sentaba mal serlo. Era algo a lo que aspirar.
Ahora, misteriosamente, cuando las tornas del feminismo nos van equiparando socialmente, los nenes agraciados y aclamados empiezan a empatizar con las chicas. Puede ser desagradable que se dirijan a ti como a un muñequito toreable al que todo el mundo quiere embestir. Puede que te sientas sucio, idiotizado, culpable por algo que no sabes bien qué es. En fin. Como les pasó a todas.
La mirada lúbrica, en general, es insolente. Siempre lo ha sido.
La de los hombres, directamente, es violenta. A veces, hasta la sangre.
La de mujeres y gais ha tomado un cariz más humorístico, más irónico, más al estilo de "ay, si tú quisieras y yo me dejara". Es revanchista, es histriónica. Quizás porque nunca antes pudo expresar tan claramente lo que le apetecía, lo que deseaba. Ahora se ceba.
Desde luego, podemos ser más elegantes. Pero no matamos.