Los primeros seis meses de 2024 fueron una aburrida revancha entre dos viejos blancos compitiendo por un segundo mandato en la Casa Blanca. Aburrida y desilusionada, terminé la mayor parte de mis análisis diciendo que nos aguardaban grandes sorpresas. Lo que no esperaba es este desenfrenado viaje de julio. Nos trajo más drama (drama con consecuencias) del que en condiciones normales habríamos vivido en una campaña entera.

Han sido semanas agitadas que exigen un momento de pausa para analizar algunas de las preguntas más importantes que han surgido.

La vicepresidenta Kamala Harris, dirigiéndose al Air Force Two en el Aeropuerto Internacional de Indianápolis.

La vicepresidenta Kamala Harris, dirigiéndose al Air Force Two en el Aeropuerto Internacional de Indianápolis. Jon Cherry Reuters

El debate del 27 de junio desencadenó el caos (sé que no fue exactamente julio, pero estuvo cerca). Biden subió al escenario arrastrando los pies y apenas pudo articular una frase. El Partido Demócrata se derrumbó. La mayor parte de las organizaciones políticas competentes se cuidan de no dejar nada al azar, ¿qué demonios llevó a la familia de Biden, a su círculo íntimo de asesores y confidentes a permitir, de partida, que presentara su candidatura y se lanzara a la campaña?

Anteriormente escribí sobre por qué Biden tardó tres semanas en optar por abandonar la carrera. Lo más interesante es, en cambio, el papel de la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en la decisión. Porque el lento pero constante goteo de legisladores demócratas pidiendo a Biden hacerse a un lado fue pura Pelosi trabajando entre bastidores para que sucediera. Ella misma habló directamente con Biden y convino al asesor de Biden, Mike Donilon, a mostrarle las encuestas.

La velocidad a la que los posibles rivales y otros líderes demócratas se alinearon con Harris tiene la firma de Pelosi, una maestra poniendo orden tras las bambalinas. Ella mismo tomó la decisión de alejarse de la candidatura poco después de las elecciones intermedias de 2022, y preparó al representante de Nueva York Hakeem Jeffries para que tomara las riendas. La columnista del New York Times Jessica Bennet llamó acertadamente a Pelosi "la operaria política más despiadada del país".

El nuevo libro de Pelosi, titulado El arte del poder, sale a la venta el 6 de agosto, y espero devorarlo.

Una cuestión relacionada que flota en el aire de los medios derechistas es la complicidad de Harris en el ocultamiento de las deficiencias de Biden. Lo que sostienen es que, si era parte de su círculo más cercano, debía saberlo. Y si lo desconocía, es que no estaba cerca del Despacho Oval. Cualquiera de las dos lecturas es condenatoria, pero no tienen recorrido. Porque, si era consciente del deterioro de Biden, su trabajo como vicepresidenta era, es y seguirá siendo apoyarlo en cada paso del camino. Además, si hubiera hecho sonar la alarma sobre Biden, habría parecido que lo hacía movida por su propio interés.

Otra crítica principalmente surgida de la derecha es que Harris ha sido “coronada” sin un proceso de selección democráticamente adecuado. Yo misma he escrito sobre la necesidad de un proceso de selección transparente, y esperaba que otros candidatos se sumaran a la carrera cuando Biden hizo su anuncio. Pero, una vez más, se tomó la decisión (sospecho que impulsada por Pelosi) de unir el partido en torno a Harris, que ya era vista ampliamente como la candidata más plausible.

¿Le debe el Partido Demócrata unas primarias a sus votantes? Puede que sólo sean vinculantes desde 1972. Pero los estadounidenses siempre las han considerado una parte esencial de las elecciones. Sin embargo, como en España, los partidos políticos son quienes se ocupan de la selección de los candidatos, de modo que ellos establecen las reglas.

Biden liberó a los delegados que le dieron su apoyo en las primarias para que voten a quien les plazca. Y sí, Biden secunda a Harris. Pero eso no obliga legalmente a ninguno de sus delegados a votar por ella en la Convención Demócrata.

¿Quiénes son estos delegados? No son el grupo de “élite” que los conservadores hacen creer. Los delegados son lideres locales del partido y activistas de todas las partes del país que, a menudo, representan a pequeñas ciudades y barrios. Son delegados porque fueron escogidos para un cargo público, para el liderazgo del partido o porque ganaron una elección local para serlo. Yo misma presencié este proceso cuando dirigí a los Demócratas en el Exterior en España y cuando participé en una convención desde la sección de prensa en 2016. Los delegados son personas fieles al partido, lo más cercano que tenemos en la política estadounidense a los “militantes”.

Puede que no sea el procedimiento ideal, pero es el mejor al que el Partido Demócrata puede recurrir a estas alturas. Y, ciertamente, tiene legitimidad democrática, aunque sea indirecta.

Finalmente, la parte más impactante llegó justo en medio de toda esta agitación que ha mantenido la atención alejada de Trump. El intento de asesinato y su reacción desafiante volvieron a poner el foco en él justo cuando comenzaba la Convención Republicana. Parecía invencible, en contraste con un Biden débil y dañado, y nombró al senador J.D. Vance, un miniyo, como compañero de fórmula.

Apenas había terminado la convención cuando Biden anunció que abandonaba la carrera. Todas las miradas se dirigieron de nuevo a los demócratas, primero, y luego a Harris. Esto supone un enorme desafío para lo que ha sido una campaña bien disciplinada de Trump. En primer lugar, porque Trump quiere y necesita la atención constante de los medios. Cuando no la recibe, se desvía del mensaje y dice cosas destinadas a escandalizar a los medios para que le den cobertura.

En segundo lugar, su campaña estaba pensada para competir contra Biden, no contra Harris. Ahora el equipo de Trump está luchando por reestructurar su mensaje mientras las redes sociales llenan el vacío. Esto ha incluido ataques machistas sobre la risa de Harris y, quizás más llamativos, los comentarios de Vance sobre las “mujeres con gatos sin hijos” que gobiernan el país, lo que ha generado una enorme cantidad de memes de dueños de gatos que se enorgullecen de no tener hijos.

A medida que el polvo se asienta y afloran los emoticonos de cocoteros [un símbolo de apoyo a la demócrata sacado de uno de sus discursos], las encuestas nos irán dando pistas sobre la pregunta más importante de todas: ¿puede Harris ganar a Trump?