Dice Isabel Díaz Ayuso que va a crear el primer centro de atención especializado en España en hombres víctimas de violencia sexual.

De entrada podía parecer una provocación. Gasolina para la batalla cultural. ¿Se refería a hombres violados por mujeres? ¿Puede una mujer violar a un hombre si no cuenta con su erección? ¿Tendría, en todo caso, fuerza física suficiente para arrinconarlo? ¿Tiene algún tipo de sentido biológico o cultural que una hembra quiera violar a un macho, cuando son las ellas las que pueden elegir?

Pero no. No iba de esto. 

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la primera sesión del Debate del Estado de la Región.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la primera sesión del Debate del Estado de la Región. Jesús Hellín null

Ayuso se refería a "menores de sexo masculino que han sufrido agresiones sexuales durante la infancia, por lo que arrastran secuelas", y a "otros hombres adultos que han sufrido violaciones en el entorno del conocido como chemsex".

Esto es otra cosa. 700.000 euros anuales. Bien. 

Además, la propuesta no entra en un marco de confrontación con las mujeres víctimas de violación ni está llamada a competir con ellas, porque desde la Comunidad también se va a reforzar las ayudas para las que quieren abandonar la prostitución y van a crear un nuevo centro de crisis 24 h para las que hayan sufrido una agresión sexual. 

A mí me parece interesante que se ponga sobre la mesa la violencia sexual que sufren los hombres. Me parece interesante, sobre todo, que los que quieran usarla como guerra de sexos se den desde ya por vencidos.

Recuerdo una polémica entrevista que le hice hace años al cómico Jorge Cremades en la que, para cargar contra el "hembrismo", alegaba que "hay más violaciones a hombres que a mujeres". ¿Cómo? "Sí. En las cárceles", dijo. "Pero son violados por otros hombres, ¿verdad?", le contesté yo. Esto se ve que le hizo pensar. O quizá no. 

Lo esencial de las violaciones a hombres es justamente esto: que son perpetradas por otros hombres. El hombre tiene el patrimonio de la violencia sexual. El hombre es un lobo para el hombre, y doblemente lobo para la mujer. 

Pero ¿por qué apenas se ha hablado de las víctimas masculinas? Tampoco se trata el tema de los hombres homosexuales prostituidos. Es otra lacra, pero viene de la misma raíz. 

Las feministas venimos defendiendo cosas que hasta hace muy poco el grueso de la sociedad se ha negado a aceptar. Como que hay violaciones en el seno de la pareja. Como que todas las relaciones sexuales que los puteros tienen con prostitutas (esclavas o no) son violaciones, porque el consentimiento previo pago está viciado (se ve muy claro: los matrimonios son nulos cuando media el dinero) y porque no hay deseo. Como que una mujer puede ser violada en una orgía, y un hombre gay también. 

No somos puritanas. Sabemos que las costumbres sexuales, más libertinas o no, de una persona no la blindan a la hora de ser agredida

Por eso debemos tomarnos este tema tan en serio como merece. Bob Pop contó en televisión cómo de joven había sido violado a punta de navaja en el Retiro. Fue uno de los momentos más duros de su vida. ¿Por qué si la propuesta de proteger a víctimas como él viene de una política de derechas pierde fuelle? Es incomprensible y es sucio.

Algunos de mis amigos gais teorizaban hoy, tras esta noticia, sobre por qué parece que un hombre agredido sexualmente por otro hombre sufre menos que una mujer violada por un hombre. Es interesante, aunque sea una cruda generalización.

Pienso que puede tener que ver con la supremacía física de los varones. Entre ellos está más equilibrada que cuando se agrede a una chica. Quizás entre ellos tienen más posibilidad de defensa.

Si a una mujer le aterra que la piropeen por la calle no es sólo por ese piropo desubicado en sí. Es por la narrativa de la violencia macha, es porque no sabemos si ese comentario airado inaugurará una persecución que acabe en violación en el portal. 

Hay algo más. Nuestra educación. La familiaridad del hombre (heterosexual o no) con el sexo. Es un espacio habitualmente menos conflictivo para ellos, más relajado. Si un hombre gay toca el culo a otro en una discoteca, la percepción de la agresión no es la misma que si un hombre hace lo propio con una mujer. Y esto es porque no sabemos cómo de larga puede ser esa intromisión.

Entre ellos, en algunos casos, se toma a cachondeo. 

No es que sean más fuertes, es que han sido socializados desde una idea que les protege de estos eventos. Su honor no está entre sus piernas ni en sus zonas erógenas.

Sin embargo, nos han dicho que el honor de las mujeres (y el de toda nuestra familia, ¡alegría!) está en nuestra vagina y en el uso que le demos. Hay un dolor psíquico bestial asociado a esta idea. Cada experiencia incómoda se ha traducido casi en quemar tierra santa

A los hombres, además, se les ha premiado por no quejarse. Se les ha avergonzado por sufrir, por llorar, por detectar un trauma y contarlo. Esto es terrorífico y entiendo que impide que estos casos de agresión hayan acabado en denuncia. 

No obstante, las cosas están cambiando. Nos vamos sacudiendo las viejas ideas machistas instauradas, y entre ellas espero que caiga esta. Un hombre homosexual violado merece el mismo crédito que una mujer. Merece una atención especializada. Merece sentirse seguro y avalado por las instituciones. Merece ser animado a denunciar. Merece protección legal y psicológica. Merece sentirse tan bien o tan mal como quiera. 

Al final es lo de siempre. No todos los hombres son violadores, pero los violadores son todos hombres.