Los años electorales estadounidenses traen consigo una dosis adicional de pereza. La aportan las visiones sobre la política del país que ofrecen todas las figuras del mundo del espectáculo que, por cuestiones fundamentalmente promocionales, tienen a bien responder las preguntas de unos periodistas obsesionados con sexar a la persona que tienen delante.

Las tres citas consecutivas con Donald Trump contendiendo han resultado agotadoras. No ha quedado actor secundario de miniserie de fama efímera del que no hayamos leído sus pareceres.

El mal está lejos de remitir. El debate de la otra noche deja como consecuencia principal la decantación de Taylor Swift. Cuesta creer que en algún momento su voto a Kamala Harris estuviera en duda. Pero ahora sabemos que ha reunido las razones necesarias para animarse a pedir al personal que también apueste por el ticket demócrata.

Verónica Fumanal le ha contado a EL ESPAÑOL que el respaldo se vería reflejado "en el voto de las mujeres", especialmente "las jóvenes". "Le da modernidad y, de alguna manera, le aporta solvencia".

Asusta pensar que ahí fuera pueda haber millones de votantes que se decidan a acercarse a la urna gracias a la indicación de una cantante. Neil Postman se tiene que estar echando unas risas de ultratumba. Pero aquí en la superficie cuesta encontrarle la gracia.

Menuda empanada estamos haciendo entre todos. Una escena pública en la que los representantes del pueblo que deben rendir cuentas ante nosotros se mezclan con aquellos a los que pagamos voluntariamente por el puro placer de disfrutar de sus creaciones.

El periodismo tampoco puede sacar mucho pecho por su papel de intermediario. Da la sensación de que el mensaje que traslada la imagen de una sociedad infantilizada hasta el ridículo se ha comprado de manera acrítica.

Ya no resulta descabellado imaginar una escena protagonizada por un joven elector desamparado en el colegio electoral el 5 de noviembre. Se acerca muy confundido a alguien mayor. "Disculpe, ¿recuerda a cuál de los dos dijo Taylor que había que votar?".

Siempre se la acusó de que sus estribillos eran poco pegadizos.