Siempre he sentido algo parecido a simpatía por Errejón, aunque sólo le traté en persona una vez, en una entrevista reciente, su última entrevista como político.

Me merece (¿me merecía?) bastante respeto intelectual. Sobre él recaía cierta rumorología inconclusa, dagas lanzadas al aire sin datos, ni nombres, ni historias, todo al estilo "es un tío turbio, me han contado unas cosas…".

Pero ¿cuáles? "Cosas muy feas, no me corresponde a mí contarlas".

De esto va la ley del silencio: de sugerir la grieta pero chocarte contra un muro de hormigón.

Esa ha sido toda mi información histórica sobre la doble vida, o la vida secreta, o la vida íntima del portavoz de Sumar y exdirigente de Podemos, uno de los muchachos que nos insufló la idea de que lo personal es político, uno de los que nos invitó a matar civilmente a los hombres de comportamientos reprobables (sin necesidad de ser juzgados ante la ley, porque hay una revancha social, un reordenamiento poético que emana del pueblo), uno de los que nos instó a "creer" a nuestras "hermanas". 

Puso el listón alto sin recordar que él quedaba por debajo. 

En esas habladurías sobre él nunca quedaba claro si se trataba de juicios morales (noches locas, sexo extravagante) o de algo peor, algo que pudiese incurrir en lo delictivo.

El goteo de ese tipo de comentarios abstractos ha sido cada vez más insistente: sólo cabía la posibilidad de que un correveidile difamatorio estuviese cobrando cada vez más fuerza contra él (tirando la piedra y escondiendo la mano, algo que padecen muy a menudo los personajes públicos, sólo por el gusto del morbo o del señalamiento) o de que verdaderamente sus tropelías traspasasen hace rato las legítimas gamberradas nocturnas de chaval joven y libre para convertirse en acusaciones graves relacionadas con el machismo y la violencia.

El zumbido sordo ya no daba más de sí: suerte que ahora ha tomado cuerpo.

Errejón.

Errejón. EFE.

Hoy comenzamos a saber que la segunda opción era la correcta. Hoy empezamos a constatar que había muchas mujeres afectadas por un patrón sexual misógino y abusivo. Debemos escucharlas a todas, una a una. Debemos darles crédito. Es nuestra responsabilidad que dejen de sentir miedo, vergüenza y culpa.

Tenemos la oportunidad de demostrarles que han hecho bien en confiar en una sociedad que se hace llamar a sí misma feminista pero que humilla sistemática y calladamente a la mitad de la población.

Lo hace, especialmente burlona, también a través de sus popes progresistas, desde los comeorejas biempensantes, desde los niñatos con palestina al cuello o los aliados con las uñas pintadas.

Esa gentuza oportunista que se fotografía en el 8-M, que te dice "mujer bonita es la que lucha", "te quiero libre", o te echa el brazo por el hombro llamándote "compañera" (no me toques: yo no soy tu compañera).

Han sido tan peligrosos. Estaban tan bien camuflados. Cometimos el error irreparable de que su ideología nos confundiera. Hablamos de hombres cultos, sofisticados intelectualmente, pretendidamente sensibles al dolor del mundo.

Nos la colaron. 

Parecían incapaces de matar una mosca. De hecho, no matarían a una mosca, porque eso es maltrato animal (arroba PACMA), pero a nosotras nos dan patadas cuando estamos ya en el suelo o nos usan sexualmente como a muñecas sin biografía porque valemos para ellos mucho menos que una alimaña.

Si aún había alguna duda sobre el peso de las acusaciones vertidas sobre Errejón se ha disipado totalmente con su dimisión y su carta eufemística, pero clarividente. No ha luchado. No se defiende. Claudica. Reconoce, al menos, que su actuación ha sido éticamente despreciable

"En la primera línea política y mediática se subsiste y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros. Esto genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica".

¿Qué quiere decir esto? En fin: que él también es una víctima, que la culpa es un poco de todos porque le hemos tenido fustigado bajo la presión de su cargo y eso le ha llevado a pensar en su testiculario y a vivir bulímicamente consumiendo mujeres y jodiéndolas, desquitándose con ellas de tanto estrés laboral.

Lo ha hecho por nosotros: para poder rendir.

"He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de un partido que defiende un mundo nuevo", dice. Así que estamos ante el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Uno iba de Pepe Mujica y resulta que es el lobo de Wall Street.

Alude también a que lleva tiempo tratándose psicológicamente y que ahora quiere redimir el daño. Siempre fue un gran adalid de la salud mental, ahora sabemos por qué: ese era el colchón sobre el que confiaba en caer... cuando cayera.

Esa era la excusa: la de "estoy roto y acabé rompiendo a los demás". 

Es curioso. Uno quiere cambiar el mundo y al final sólo se incrusta en él, con toda su vileza machista, con todo su sistema funcionando como una locomotora para apisonar a los vulnerables y autojactarse, y ser el pequeño príncipe de las buenas ideas, sólo teóricas... 

Es el momento de depurar responsabilidades. 

¿Quién lo sabía? ¿Quién ha callado? ¿Cuántos, cuántas de su partido, han escurrido el bulto? 

Nunca más habrá un intocable, ni de izquierdas ni de derechas, y de eso nos encargaremos personalmente.