Hace un par de meses me encontré en las profundidades de internet con una viñeta. En ella aparecía un señor escondido debajo de la chaise longue del psiquiatra, hecho una bolita y agarrándose las rodillas con ambas manos.

"¿Qué me pasa, doctor?", preguntaba agobiado mientras se mecía hacia delante y hacia atrás. "Pues que es usted autónomo", sentenciaba el médico sin la menor sorpresa, como si se tratase de una consecuencia natural de las circunstancias. De un trámite más dentro de la realidad de ser autónomo en este país.

Por muy simple que sea este dibujo de trazos gruesos, cuando lo vi por primera vez, me entró algo parecido a una risa ahogada por el susto. Porque era verdad. Ser autónomo en España es garantía de tener al agobio como compañero constante.

El agobio de no saber si te van a pagar las facturas a tiempo, el agobio de no saber si seguirás teniendo ese cliente el mes que viene, el agobio de que se te pase la fecha para estar al corriente de todos los formularios por rellenar

Y, por supuesto, el peor de los agobios, muy particular de nuestro país: la cuota de autónomos.

Esa espada de Damocles que pende sobre tu cabeza a lo largo de todo el mes, que te eriza los pelitos de la nuca y hace que tengas el sueño revuelto, hasta caer el día 27 o 28 o 29, todos los meses y sin falta, en tu cuenta corriente. Un dinero que vas a tener que pagar sí o sí. 

Me he estado acordando en los últimos días de esta viñeta después de ver las nuevas cuotas de autónomos anunciadas para el año 2025. Unas cuotas que entrarán en vigor el 1 de enero, para empezar bien el año, brindando y con el cortisol por las nubes.

No es mi intención desglosar cada subida ni cada tramo ni cada cuota correspondiente. 

Poco queda por decir de un sistema que va a cobrar 200 euros (antes eran 220 euros) a un autónomo que ingresa 670 euros al mes para dejarle la cuenta con 470 euros. Es decir, un 29,9% del total que se esfuma a final de mes. 

Poco queda por decir de un sistema en el que a partir de 6.000 euros netos al mes no hay tramos. En el que, a partir de esta cantidad, the sky is the limit.

En el que, a partir de esta cantidad, la cuota es de 590 euros al mes, lo que supone, como mucho, un 9,8% del total.

Sin embargo, sí quiero decir algo sobre la cuantía a partir de la que van a subir las cuotas. Ese punto de inflexión en el que el Ministerio de Hacienda considera que a los trabajadores autónomos se les puede exigir un poquito más de esfuerzo económico.

Porque ese punto se encuentra en 1.700 euros netos al mes.

A partir de estos ingresos, Hacienda considera que eres un adinerado, que puedes y debes arrimar un poco más el hombro para rellenar las arcas públicas, que, está claro, tienen más de una gotera. 

Con una cuota que aumenta a 350 euros, a finales de mes te verás con 1.350 euros en la cuenta.

Según entiende nuestro sistema, que aparentemente lucha por los derechos del trabajador que se parte el lomo para llegar a fin de mes, además de por los del desfavorecido, esto es abundancia. 

Quien acaba el mes con 1.350 euros es un afortunado.

Sin embargo, la cuestión de qué futuro se puede construir con 1.350 euros al mes se responde sola. 

Ya no se trata sólo de que España no sea un país para autónomos. Este asunto, tristemente, con resignación y también por inacción, lo damos por sentado. Somos un país de funcionarios y de trabajadores por cuenta ajena

Se trata de que estamos en un país que se dice progresista mientras ahoga a su clase baja, asfixia a su clase media (por llamarla de alguna forma) y da rienda suelta a su clase alta. 

Díganme, aun sin ser autónomos, que ante este panorama, ante esta tesitura, ante estas condiciones que no van a mejorar, sino empeorar para una clase media asfixiada, el agobio no está justificado. Díganme si la renuncia no es la consecuencia más racional

Y, luego, atrévanse a llamar a esto progreso.

Atrévanse a llamar a esto justicia social.