Ni 24 horas tardó el PSOE en dejar caer a Santos Cerdán tras la declaración de Víctor de Aldama frente al juez el pasado jueves.
"Todos pensamos que es un problema con patas" dicen ahora en Ferraz.
¿Lo saben desde el jueves o lo sabían hace tiempo? La respuesta a esta pregunta es importante porque es la que distingue entre la ingenuidad y la complicidad. El "qué escándalo, qué escándalo, hemos descubierto que en el PSOE se juega" es muy viejo y ya no cuela.
El mismo diario que publica esta información, El Mundo, publica también una foto que podría titularse Pedro Sánchez, los orígenes.
En ella aparece el propio Pedro Sánchez en 2017 mientras batallaba a lomos de un Peugeot 407 diésel para volver a encaramarse a la secretaria general del PSOE, de la que acababa de ser expulsado por sus compañeros.
Le acompañan en la foto los tres escuderos que le escoltaron en ese viaje: Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García.
El PSOE pretende ahora que creamos que tres de las patas de ese banco siempre han estado podridas, pero que la cuarta pata, el protagonista de la foto, precisamente el jefe de todos ellos, es robusta, sólida e impoluta. Un santo varón, prístino e inmaculado, sorprendido hoy por la traición de sus hombres de confianza.
La realidad es mucho más sencilla. Pedro Sánchez no es un hombre atropellado por las circunstancias y las deslealtades de sus hombres más cercanos.
Pedro Sánchez es un hombre que ha escogido a lo largo de su carrera a socios a la altura moral de su proyecto personal.
Por eso los socios parlamentarios de Sánchez son ERC y Junts, que en 2017 se alzaron contra la democracia en Cataluña.
Y EH Bildu, heredero ideológico de ETA.
Y Podemos y Sumar, delegados en España de las narcodictaduras latinoamericanas, así como de la tiranía islámica de Irán. Tontos útiles, además, de la estrategia del Kremlin contra las democracias occidentales.
También el PNV, que ha gozado durante 45 años de la impunidad que a Convergencia se le acabó en 2014, cuando Jordi Pujol reconoció haber ocultado en el extranjero una buena parte de su fortuna personal. El día que se abra esa puerta (y ya hay gente que se está ofreciendo por las redacciones de los diarios a abrirla a cambio de una cantidad indecente y muy vasca de dinero), la dana de Valencia va a parecer un chirimiri.
Lo repito de nuevo. Sánchez no se ha visto obligado a lidiar con esos socios por la presunta renuncia del PP y de Ciudadanos a pactar con él. Los ha escogido porque esos socios estaban, precisamente, a la altura moral de su proyecto.
Ni el PP ni Ciudadanos le hubieran permitido a Sánchez hacer lo que ha hecho en España durante los últimos seis años.
ERC, Junts, EH Bildu, PNV, Podemos y Sumar sí se lo han permitido. Es más, han contribuido gustosamente a ello. Y van a seguir contribuyendo mientras Sánchez quiera seguir atrincherado en la Moncloa.
En primer lugar, porque les pagan muy bien por ello.
Y en segundo lugar, porque su proyecto es el de la destrucción de la monarquía constitucional española y el desgajamiento de España del bloque occidental liderado hoy por los Estados Unidos.
Aislada, España se saquea mejor.
No vamos a darle más importancia de la que tiene a lo siguiente. Pero recordemos, sólo a efecto ilustrativo, las felicitaciones de Hamás, Hezbolá y los talibanes a la política exterior de Sánchez. Los equilibrios obscenos con México, Venezuela y Colombia, la puerta por la que penetran hoy Rusia y China en Latinoamérica. O las jamás explicadas relaciones con Marruecos. Por no hablar de la penetración, lenta pero segura, de China en España gracias a José Luis Rodríguez Zapatero y el lobby de Pepiño Blanco.
En algunos casos resulta difícil saber si el sanchismo escogió a sus socios y colaboradores en base a su amoralidad o si el sanchismo los corrompió durante el camino. Para detectar a esos colaboradores abrasados en la pira funeraria del sanchismo sólo hay que seguir el rastro del humo que dejan sus cenizas.
Cándido Conde-Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional. Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado. Félix Tezanos, presidente del CIS. José Luis Escrivá, gobernador del Banco de España. Miguel Ángel Oliver, presidente de EFE.
Y tantos y tantos secundarios en la Justicia y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Hasta la UME, y por tanto el Ejército, ha salido incinerada del sanchismo.
¿Alguien cree que la historia recordará las trayectorias profesionales anteriores a 2018 de los hombres y mujeres de la guardia pretoriana de Sánchez?
Que pierdan toda esperanza. Sólo se recordará su complicidad con el sanchismo.
Del sanchismo no saldrá nadie incólume. Del antisanchismo, en cambio, van a salir limpios como una patena incluso aquellos que resultaban dudosos antes de él. El sanchismo mancha a los suyos tanto como limpia a los que no lo son. A veces es incluso peor lo segundo que lo primero.
Porque Pedro Sánchez absorbe todo el oxígeno disponible y lo utiliza para incinerar todo lo que le rodea. Con más saña con cuanta más fidelidad se le haya servido.
¿Quién recuerda hoy a Fernando Simón más que como el hombre al que Sánchez ordenó restar importancia a la Covid-19, cuando al presidente le interesaba que esta sólo fuera una gripe, y justificar luego el confinamiento ilegal de los españoles, y sobre todo de los madrileños, cuando le interesaba que la Covid-19 fuera un apocalipsis?
¿Qué ocurrirá con Silvia Intxaurrondo, con Xabier Fortes, con David Broncano, con tantos y tantos periodistas de medios privados puestos al servicio del presidente, cuando este caiga sepultado por los escándalos que le rodean?
En EL ESPAÑOL solemos decir que un diario es un proyecto intelectual.
¿Qué tipo de proyecto es en cambio el sanchismo?
No es, desde luego, un proyecto político. Tampoco social. Mucho menos un proyecto ideológico. No es ni siquiera un proyecto personal.
Es un proyecto amoral. El que surge cuando alguien se pregunta qué ocurriría con el Estado, y por tanto con el país, si se hiciera una selección inversa de sus élites en beneficio de un solo hombre.
Sanchez entra en el Congreso, y la bancada socialista empieza a aplaudirle.
— Pedro Pineda Celis (@pedropcelis) November 21, 2024
Vergüenza ajena. pic.twitter.com/RGakHh6v29
Recordemos la imagen del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados aplaudiendo en pie a Pedro Sánchez a su llegada al Congreso tras la declaración de Aldama.
Habían hecho lo mismo con José Luis Ábalos sólo unos meses antes. Aplaudirle en pie después de que las pruebas de su corrupción salieran a la luz. Hoy ese mismo Grupo Socialista finge no conocer de nada a Ábalos.
"¿Ábalos, dice? No me suena de nada".
Eso es el sanchismo. No una inmoralidad, sino una amoralidad.