El rotundo fracaso del independentismo catalán en los llamamientos a la UE y a la comunidad internacional en favor de su causa ha llevado a los separatistas a cambiar de estrategia. En unos meses han pasado de reivindicar las instituciones comunitarias a acusarlas de cómplices de la "represión".
Los nacionalistas catalanes, que no han logrado convencer a la UE de que España es una dictadura, tratan ahora de persuadir a partidos y ciudadanos del continente de que el problema no es ya el Estado español, sino la propia Unión Europea, a la que Puigdemont ha calificado de "club de países decadentes".
Puigdemont, Farage y Le Pen
Ese discurso, claramente populista e irresponsable, que viene a dibujar un pueblo europeo bueno dominado por una "Europa oficial" corrupta y poco democrática, hermana a los nacionalistas catalanes con los movimientos ultras de Nigel Farage, Marine Le Pen o Geert Wilders. Es un discurso que lleva en su seno la semilla de la destrucción de la UE.
La manifestación de este jueves en Bruselas, un éxito de participación, podrá servir para infundir ánimo a la parroquia independentista y, en el caso concreto de Puigdemont, para seguir hurtándole votos a ERC de cara al 21-D. Para poco más. Ningún líder del continente va a cambiar de posición por esa marcha. La mayoría -si no todos- piensa lo que expresaba el semanario francés Charlie Hebdo en un editorial reciente: que si todas las regiones de Europa que presumen de una lengua, una historia y una cultura propias reclamaran la independencia "el viejo continente se haría pedazos".
Contrarrestar la propaganda
Ahora bien, que la presión de los separatistas no vaya a dar resultados no quiere decir que no haya que tratar de neutralizarla. Las autoridades españolas deben contrarrestar con medios e inteligencia una propaganda peligrosa que daña la imagen del país y que puede contribuir a que prenda en el continente la llama de la eurofobia.
Hay que decirlo bien claro: el nacionalismo es el enemigo de Europa y de todo lo que representa el proyecto europeo, tiene una raíz egoísta, supremacista e insolidaria y pretende levantar barreras donde han desaparecido. Ya lo dijo Tajani, presidente del Parlamento Europeo, en Oviedo: "Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras, y se nos ha llevado con ello a los infiernos".