Sólo ocho días después de haber servido en bandeja a los separatistas la forma de reforzarse políticamente por su error de convocar unas elecciones precipitadas, el presidente del Gobierno ha manifestado que 2017 ha sido un año "positivo" y que no tiene intención de realizar ningún cambio en su equipo. Es una reacción muy de Rajoy y de su manera de entender el poder como un ejercicio de supervivencia.
Sólo por haber contribuido a azuzar torpemente el problema más grave que tiene planteado España, que amenaza seriamente con lastrar la recuperación del país; sólo por haber llevado a su partido al peor resultado de su historia en Cataluña, condenándolo a la más pura irrelevancia, el presidente debería haber sido más prudente en su valoración.
"Lo que faltaba"
Cuando la semana pasada se le planteó la posibilidad de convocar elecciones generales para que otro gobierno, con el mandato renovado de los españoles, pudiera afrontar con mayor fortaleza y autoridad moral el desafío secesionista, Rajoy lo descartó: "Es lo que faltaba". Este viernes, cuando se le preguntó por posibles cambios en el Ejecutivo, cerró filas y se enrocó con su gabinete.
Todas las miradas, no sólo fuera, sino incluso dentro del Gobierno y del PP, se dirigen estos días hacia la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Ella diseñó la estrategia en Cataluña para derrotar al nacionalismo y, a la vista está, ha sido un absoluto fiasco. Pues bien, al presidente le ha bastado con la dimisión del secretario de Estudios del PP catalán para dar por zanjada la crisis. Algo inaudito.
Un Gobierno débil
En realidad, al blindar a la vicepresidenta, a la que él dio plenos poderes, Rajoy se protege a sí mismo, consciente de que hoy preside un Gobierno débil y en minoría que va a tener serias dificultades hasta para aprobar los Presupuestos Generales a la vuelta de las vacaciones. Es su forma de impedir que se cuestione su propio liderazgo.
El triunfalismo de Rajoy no se compadece con la realidad de España y más pronto que tarde va a darse un baño de realidad. Precisamente porque el mundo feliz que pinta ante los españoles no se sostiene, no hay que descartar que cambios e iniciativas que evita tomar ahora tenga que tomarlos a la fuerza más adelante.