La detención de varios cabecillas de los denominados Comités de Defensa de la República (CDR), algunos de los cuales han sido acusados de rebelión y terrorismo por orquestar los cortes de la AP-7 y otras algaradas durante la pasada Semana Santa, debería servir para erradicar la imagen idílica que los partidos separatistas y TV3 propalan de sus actos de sabotaje en Cataluña.
También para que Podemos, IU y sus confluencias, proclives a dar pábulo a que la acción directa de los CDR es más "la respuesta de la sociedad civil" contra el encarcelamiento y la persecución de políticos independentistas, se abstengan de dar cobertura narrativa a la violencia de baja intensidad que ya se está produciendo en Cataluña.
Planos de un cuartel
El juez de la Audiencia Nacional Diego de Egea ha decretado el ingreso en prisión de una de las detenidas después de que los agentes que registraron su domicilio se incautaran de planos de infraestructuras portuarias y del Cuartel de la Guardia Civil de Barcelona.
Si ya resultaba difícil de digerir que cortar carreteras quemando neumáticos, asediar las delegaciones del Gobierno y amenazar a jueces, fiscales y políticos fueran acciones de “resistencia pacífica”, la intervención de estos mapas debe servir para zanjar cualquier relativismo en la valoración que se hace de este tipo de actos. No parece exagerado afirmar que si los CDR manejaban estos planos era con la intención de convertirlos en objetivos de futuras actuaciones.
Defensora de Pablo Iglesias
La detenida, Tamara Carrasco, fue número 3 de Guanyem Viladecans y, durante su etapa como candidata de esta marca de Podemos en Cataluña, proclamaba su fidelidad y sintonía con el líder de la formación morada: "Todos somos Pablo Iglesias". Al margen de cuál sea el futuro procesal de esta estratega de los CDR, es obvio que al líder de Podemos no se le pueden pedir cuentas por el comportamiento violento de sus simpatizantes. Pero sí se le debe exigir que sea muy cuidadoso a la hora de calificar y referirse a determinadas actuaciones radicales.
Muchas veces los términos “desobediencia civil” y “resistencia pacífica” son los eufemismos de los que se sirven los exaltados para justificar el vandalismo y la coacción sobre quienes no piensan como ellos. Es fácil identificar el inicio de escaladas de radicalización política y social, pero puede no serlo tanto medir sus consecuencias: sobre todo cuando se justifican y disfrazan mediante el lenguaje. Por ello, tolerancia cero frente a una violencia de baja intensidad que podría ir a mayores en Cataluña.